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sábado, 15 de diciembre de 2012

Otras vías de acceso a la obra de V.N.

 


Aproximaciones a Vicente Narioh

(Por Dudamel Rambler*)



Fernando Vallejo lamenta la desaparición de ciertas palabras; sufre esa pérdida como se sufren las pérdidas entrañables.
Oímos decir que la lengua es y funciona como un organismo vivo: se transforma, envejece, cambia sus células en un proceso contínuo y natural, que suele pasar desapercibido para quienes vivimos en él.
La vida útil de las palabras es variable, y no obedece a leyes precisas y determinadas. Los tiempos cambian, como cambian las condiciones de vida de las palabras.

Karl Kraus escribió “Elegía a la muerte de una vocal” mientras desde su periódico La Antorcha embestía contra los periodistas y la fraseología vacía.

Ezra Pound escribió un poema sobre la usura (Cantares XLV) que cuenta con varias traducciones al castellano que casi nadie ha leído. Acaso sea ese uno de los motivos de la incomprensión que viene padeciendo por su adhesión al gobierno de Mussolini. (¿habría creído, en verdad, en la posibilidad de un capitalismo sin especulación?)

Vicente Narioh denunció la defunción de la poesía y compuso su “Ofertorio...”
La función especular del objeto poético -reflejar esa parte del mundo que no se ve a simple vista- pierde validez y razón de ser, cuando el sentido especulativo se expande a todos los ámbitos de la vida y la actividad humana.
Se especula, dice Vicente Narioh, en la producción de sentido como una cuestión esencial del hecho poético. Producir nuevas visiones del mundo y distintas versiones de la vida, pierde todo sentido cuando la especulación interesada ha invadido todos los espacios de dominio público.

Las religiones y las guerras son creaciones humanas que han acompañado desde siempre el desarrollo de la especie, asociadas íntima y entrañablemente, ambas proveedoras de sentido.
El hombre inventó la religión para procurarle un sentido a la muerte. La vida, es bien sabido que no tiene ninguno.
No hay sentido, sólo hay fines, y son dos, a saber: fines bélicos y fines de lucro.
Religión y guerra se sirven mutuamente y sirven para producir sentido, desde la precariedad de su esquema binario que es su justificación y su razón de ser: amigos ó enemigos, creyentes ó infieles.
Sólo hay dos posibilidades -lo que facilita la identificación del enemigo- : o se está con nosotros ó en contra de nosotros; sólo hay dos campos: el nuestro y el del enemigo (Ya el gran poeta Oliverio
Girondo lo observó y denunció desde el título mismo de uno de sus poemarios: “Campo nuestro”).
No hay otra opción, el sentido no tolera la neutralidad ni acepta la ambigüedad; nace de la disputa, de la tensión. Bien claro lo tenía otro visionario, cuando emitió aquella frase célebre: “Con el enemigo ni justicia”, ó esa otra aún más significativa y cargada de sentido, “Yo soy uno de nosotros”.


  (*) Dudamel, poeta y crítico literario, al igual que su hermano Pascual.

 

 
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