(Vicente Narioh)
La competencia, no
sólo impulsa el desarrollo
de nuestras
capacidades naturales, sino que es,
además, condición
para lograr y mantener un estado
saludable. La
competencia es salud: Promueve la
superación personal
y estimula el deseo natural del
individuo de imponer
su voluntad consolidándose
como sujeto a través
del estado competitivo.
Sin competencia no
hay ganadores, ni hay ganancia,
no hay vencedores ni vencidos:
No hay utilidad, o sea: no hay sentido.
no hay vencedores ni vencidos:
No hay utilidad, o sea: no hay sentido.
El pensamiento
humanista bien entendido, le asigna
un valor esencial:
gracias a la competencia, percibimos
la necesidad del
otro, sin el cual no podríamos medir
nuestras fuerzas y
capacidades.
La competencia nos
constituye como seres sociales:
dependemos de otros
para conocer nuestro propio
valor, tener una
medida, conocernos a nosotros mismos.
La competencia, rige todas las relaciones
humanas: en ella se
sostiene toda la estructura de la
sociedad moderna.
Los estados más
desarrollados, son los más competentes:
Se debe aspirar a un estado competitivo.
La evolución
alcanzada por la especie, es tributaria de la
competencia, tomada
en su sentido más amplio:
El hombre tuvo que
competir con otras especies, superar
diversos obstáculos,
desarrollar aptitudes y una gran
capacidad de
adaptación.
Eliminados sus
predadores naturales, la evolución se
detendría, llegaría
a su fin si el hombre no fuera capaz
de competir consigo
mismo, desarrollando sistemas cada
vez más
competitivos y asumiendo su destino superior:
“El hombre es el
lobo del hombre” (Esta frase es preferible
escribirla en latín -Homo homini lupus-
pero preferiría no
hacerlo)
hacerlo)