(Onésimo Evans)
A esta altura
el poema debiera
haber llegado
a un punto,
en este punto se
detiene:
observa con
detenimiento las causas
objetivas que lo
mueven a detenerse:
(hay dudas, dentro
del poema, dentro
del lenguaje, dentro
de la vida interior
de las palabras)
A esta altura
los límites se han
corrido lo suficiente:
todo se reconoce
materia poética.
En este punto las
aguas se dividen:
Hay visiones
encontradas, subdivisiones
y fragmentos (con
residuos de otros, hago
mi propio poema
-otros aspiran al poema
irreductible: el
poema es tiempo que resiste,
concentración
armada que sucede, el poema
es resistencia al
tiempo, el poema permanece
idéntico a sí
mismo, contra todo contratiempo)
El tiempo no se
detiene, no puede detenerse,
se sostiene -pero
puede dividirse, desglosarse,
desguazarse,
descomponerse y aprovecharse
para hablar del
tiempo o leer: el lector incorpora
tiempo desde otra
dimensión: tiempo insumido
en la elaboración
del poema, tiempo acumulado
y erogado en todo lo
leído y vivido por el autor
para poder escribir
ese poema; tiempo consumido
por los autores que
lo formaron, etc.-
El lector de poemas
es un lector que no sabe
lo que busca hasta
que lo encuentra: cada lector
busca lo propio,
una voz idéntica a sí mismo.
Pero no se puede
complacer a todo el mundo,
ni siquiera a todos
los lectores: quien hace
cosas para complacer
a otros
es un ser
complaciente.
El arte no puede ser
nunca complaciente,
por el contrario:
debe alterar, cuestionar,
provocar y
subvertir, ó al menos inducir
a la duda.