(Ricardo Mansoler)
Evitar: las
emisiones violentas
y las emociones
infundadas o volátiles.
Evitar los verbos
irregulares como complacer
o poner: La
irregularidad contiene alteración,
que es germen de
violencia (hay que oponerse
a toda violencia que
no sea necesaria)
Evitar toda
experiencia que incluya alguna
alteración.
Evitar todo lo
abrupto, el exabrupto, y los
tonos disrruptivos.
Evitar lo ríspido,
lo áspero, lo sinuoso;
preferir el ripio de
la repetición.
Evitar el uso de
significantes dudosos:
la ambigüedad
encubre el conflicto, la
contradicción,
acérrima enemiga del espíritu
sereno.
Evitar la
provocación injustificada o gratuita
(conviene sospechar
de todo lo gratuito)
y toda tensión
innecesaria: la necesidad es tensión.
Extenderse en la
contemplación de cursos
sosegados y
paisajes emanados por la armonía
incontrastable de la
Naturaleza, sabia y pródiga
en estímulos
inútiles.
Evitar toda actitud
y disposición que no nos
reconozca como parte
del Orden Natural:
La Naturaleza es
sabia y es inútil, condición
que bien asumida es
el mayor signo de
sabiduría.
Evitar las
posiciones incómodas;
sostenerlas es
trabajoso, y el trabajo
es tensión,
mayormente inútil.
Evitar las pasiones
dudosas:
Es menester ser
selectivo
con las pasiones que
se cultiven,
si es que no se
puede prescindir.
La pasión crea
dependencia, esclaviza
las almas
desviándolas de su misión
divina, que se
desconoce.
La pasión, sabido
es, lleva al exceso
y todo exceso
constituye un despropósito:
Hay que evitar los
despropósitos,
los verbos
irregulares y
el exceso verbal.
Y evitar,
evitar el verbo
evitar el verbo evitar
evitar el verbo
evitar.
evitar el verbo
evitar el verbo evitar
evitar el verbo
evitar.