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martes, 22 de octubre de 2013

Un texto de Asensio Escalante



Sin título


El título, no parece un elemento imprescindible para la existencia.
Hay quienes no creen en la importancia de los títulos: producen
una obra que no tiene título, y cuando la dan por acabada se
dedican a titular, como una tarea menor, de acuerdo a lo que
creen que quisieron expresar, a modo de presentación.
Otros le adjudican un valor relativo al título, creen que es parte
de la obra y no debe descuidarse.
Algunos van más lejos: la obra, el texto, deben completar el título,
que en realidad contiene todo lo que importa -el resto es agregación-.
Proceden en sentido inverso a los primeros: parten del título, es lo
único que tienen, y lo único que necesitan. Ahí está contenido,
concentrado, el germen de toda la idea que va a desarrollarse en
forma de poema, relato, ensayo, crónica ó lo que fuere, así como
otras ideas subsidiarias, que a su vez darán lugar a otras.

Así, se sabe de escritores que proyectan una novela de la cual sólo
tienen el título.
En los medios de comunicación, los títulos son determinantes: un
arma cargada de ideología.
Hay muchas formas de interpretar y titular un mismo hecho. Es un
hecho: hay periodistas encargados de diseñar la forma en que se
inyecta ideología en esos títulos, de acuerdo a la demanda de los
dueños del medio.

Una forma de formar opinión. Es muy sabido que mucha gente sólo
lee los títulos (aunque un título bien armado puede hacernos cambiar
de opinión, haciendo que leamos la columna, y se nos forme otra
opinión)

Además, un buen título vende.

En los canales de noticias de TV se puede observar, cada cinco
minutos, un título cada vez más grande que queda sostenido en la 
pantalla:  TITULOS.

Los títulos, juegan un papel muy importante en la vida de las  
personas.

Hay títulos públicos, privados, títulos oficiales, suboficiales y  
subtítulos.

Hay gente que sacrifica muchas cosas por un título.
Hubo, en otros tiempos, gente capaz de amasar una fortuna, a costa 
de privaciones para poder comprar un título nobiliario.

Hay quienes creen en la movilidad social, y educan a sus hijos en la
obtención de títulos académicos como medio de ascenso.
Puede haber dudas con respecto a la vocación.., pero no en cuanto a 
la necesidad de un título.
Así, hay quienes exhiben más de un título, quienes coleccionan títulos 
y quienes, a título de presentación, hacen mención a su título: exhibir  
un título, siempre sirve para diferenciarse y para obtener algún tipo 
de reconocimiento.
Además, un título adorna, viste y mejora nombres y apellidos, así  
como puede atenuar los efectos desagradables de aquellos no muy  
agraciados.



II


Los títulos tienen muchas propiedades. Un buen título vende.
Los que tienen muchas propiedades no necesitan títulos, ni necesitan
venderse.
Ni necesitan movilidad social: No necesitan de las propiedades de los
títulos. No tienen necesidad.
A lo sumo, pueden necesitar vender alguna propiedad.

Algunos creen que si no se tienen muchas propiedades, conviene tener
algún título: Los títulos tienen muchas propiedades.
Las propiedades son necesarias para no pasar necesidad: la necesidad,
puede llevar a cometer las peores acciones, incluso a apropiarse de
propiedades ajenas.
Quienes creen en la movilidad social, suelen creer en los títulos, así
como en sus propiedades: Creen que un título es una buena inversión. Y
creen en el tiempo como inversión.

Creen que la propiedad de un título sirve para acceder a un título de
propiedad.



III

Pero hay quienes profesan un rechazo absoluto por estos
artefactos, así como por el insumo de tiempo y energía que su
producción demanda.
Algunos poetas desisten sin más de esa tarea, y a cambio de títulos
numeran sus poemas.
Otros ahorran ese paso separando el primer verso de modo que cumpla 
la función del título que falta.
Pero una novela sin título, no tiene muchas posibilidades, como 
tampoco un cuento, un ensayo ó un sujeto.
La necesidad de títulos está más relacionada con las actividades 
humanas ligadas a la prosa.

Un texto sin título es difícil que atraiga inversiones (toda lectura es 
una inversión: se invierte tiempo a cambio de obtener placer,  
conocimiento, reconocimiento, entretenimiento, información, etc.)

Un texto sin título es como una persona sin nombre: no puede tener
propiedades.

Todo objeto ó sujeto que se emite, debe poder justificar su existencia, ó
por lo menos su origen.

Un texto sin título, ó peor: sin autor, es como un sujeto 
indocumentado; nadie le otorga el menor crédito.

Es raro que alguien lea a un autor que no conoce, y de quien ni 
siquiera tenga referencias. Se necesitan referencias. Siempre se 
necesitan referencias.
Las referencias tienen propiedades. Una referencia puede ser buena  
ó mala, como una propiedad, pero siempre es una referencia.

Un título es una referencia.
Un buen título, tiene la propiedad de atraer, pero si es demasiado 
bueno va a resultar inevitable que el texto que lo acompaña acabe 
decepcionando.

Los títulos son, en algunos casos, algo excluyente.
Hay quienes invierten mucho tiempo en obtenerlos.

Se da, incluso, el caso de autores desconocidos de obras excluyentes, 
que acaban resignando su publicación por no poder hallar el título  
apropiado (lo que los excluye de todo reconocimiento).


IV


Suele creerse: un título es un arma. Y también: siempre es mejor  
andar armado.
La vida es una lucha, de la que sólo suelen salir airosos los que 
están mejor armados.

Hay quienes no conciben andar por la vida exhibiendo la carencia 
de títulos. Entienden que hay que poseer alguno para ser alguien, 
para no ser nadie, para formar parte de los que son.

Por eso, el cambio de identidad en la persona que se titula: cambia;  
un sujeto que deja de ser nadie para empezar a ser alguien. Ese  
alguien, ya es otro.
Por eso la expresión: “me recibí” ó “me voy a recibir”
(uno se recibe a sí mismo en calidad de otro: yo era un don nadie, 
ahora soy un bachiller.)
Un cambio sustancial, definitivo e irreversible.   De ahí la  
trascendencia,  uno no volverá a ser el que era.

Algunos llegan a esa instancia sin estar maduros, no se sienten 
preparados, en lo profundo de su psiquis, para semejante cambio.
Entonces, no pueden -quieren- recibirse. Quedan debiendo una  
materia ó  dos.

Incluso, se conocen casos de personas que completan una carrera, 
aprueban su última materia ó rinden su tesis y luego, no sólo no 
ejercen su profesión sino que ni siquiera retiran el título.
No por olvido, ó arrepentimiento; antes bien, por la incapacidad de  
asumir el cambio de identidad: No quieren ser otros.

Por último, este hecho también explica que sea común que, apenas  
obtenido el título, su titular mande a imprimir unas tarjetas: necesita  
presentar en sociedad su nueva identidad (ya no soy más aquel 
muchacho obscuro...).




V


Hay títulos que parecen más confiables que otros, pero quien sólo 
confía en un título, acaba dependiendo de los otros.

Y hay títulos que sólo sirven para acceder a otros títulos.

Así también, hay títulos cuyo valor decrece y se disipa con el tiempo:
Un escribiente, un taquidactilógrafo, un perfoverificador, etc.

(Acaso todos los títulos estén destinados a su depreciación en el tiempo).



martes, 15 de octubre de 2013

Trabajo seguro


(Carlos Inquilino)



Todos los trabajos son humanos,
menos los inhumanos, a saber:
infrahumanos y sobrehumanos,
podemos dividir.

Repetir es ocioso
pero necesario:

La necesidad es una experiencia que se repite
-conocemos la necesidad de repetir-
La repetición es el único modo de responder
a la necesidad y la única respuesta
que la necesidad reconoce.

La repetición es la única experiencia
necesaria para la vida -que es una experiencia
irrepetible-

El trabajo es una forma de repetición:
El trabajo de la repetición es un
trabajo seguro.

Repetir es humano.
Trabajar es humano.
Dividir es humano: El trabajo de la división
enriquece la vida ampliando el horizonte
humano y proveyendo nuevos sentidos
al trabajo de vivir -sólo concebimos una vida
divisible: vida útil y vida residual, vigilia y
sueño, tensión y reposo, cuerpo y alma...

La división del trabajo produce
sujetos divisibles e intercambiables.
El intercambio es necesario para la producción
de sujetos, tanto activos como pasivos: El
sujeto se divide: tanto el sujeto como el trabajo
evolucionan por división.

(La división del trabajo, hace posible la evolución,
la diversificación y el desarrollo de nuevas
divisiones y subdivisiones cada vez más calificadas
que responden a la demanda de mayor divisibilidad,
y a la necesidad de enfrentar la creación de nuevas
fuentes de trabajo divisible (la evolución brinda el
acceso a nuevas expresiones y calificaciones del trabajo:
Trabajo precarizado, trabajo tercerizado, sub-tercerizado,
trabajo en negro, trabajo esclavo, trabajo forzado y
trabajo sucio, entre otros...)

La división crea nuevas formas de intercambio.
Sin intercambio no hay comercio, y sin  comercio
no hay lenguaje ni hay sujeto y algo todavía peor:

No hay sexo; sin sexo no hay
deseo y sin deseo no hay interés:
Los intereses son inseparables del sujeto;
sujetos intercambiables se relacionan según
sus intereses y necesidades:

Hay intereses simples y compuestos,
como los sujetos.
Hay sujetos activos y pasivos,
como los intereses.

Todas las necesidades de un sujeto
son recurrentes.

Las necesidades laborales y sexuales
se resuelven según la capacidad de
repetición (el trabajo del sexo consiste
en mantener esa acción fruitiva: el
movimiento de la repetición aumenta
la tensión de los cuerpos hasta su resolución)


El comercio sexual
establece la división del trabajo.



lunes, 7 de octubre de 2013

Necesidades Naturales: la acumulación


(Por Remigio Remington)


La acumulación es una necesidad:
acumulamos necesidades y respuestas.
La acumulación da respuesta a necesidades
conocidas y futuras (el futuro nos es y será
desconocido)

Una cuestión de tiempo, acumular.
Acumulamos reservas, nos reservamos la
ocasión para seguir acumulando: acumulamos
pasado todo el tiempo.

El tiempo apremia, acumular tiene un premio:
quien supo acumular puede resistir más tiempo,
superar contratiempos. El tiempo es condición
para poder acumular: el tiempo acumulado
puede ser negociado (quien supo acumular,
puede negociar: sin acumulación no hay
excedente y sin excedente no hay intercambio)
a cambio: quien sabe negociar puede seguir
acumulando.

Todos acumulamos algo, aunque no tengamos
conciencia; hagamos memoria, la conciencia es
acumulación de juicios y valores establecidos
desde afuera e incorporados como propios.
Hacemos memoria: la memoria es información
acumulada.

Nadie pasa por la vida sin haber acumulado
algo (aprendemos a acumular, antes que nada)
Quien no puede acumular otra cosa, acumula
experiencia: un bien perecedero y casi siempre
inútil que ni siquiera puede transmitirse.

Para aprender, primero hay que aprender a
acumular conocimiento. Hay diversas teorías
del conocimiento acumuladas, pero se sabe
que todavía no conocemos lo suficiente como
para no necesitar seguir acumulando más
conocimiento.

La acumulación promueve la expansión
y la concentración, a pesar de ser términos
antagónicos. Pero las contradicciones
también puedes ser objeto de acumulación.

Toda acumulación siempre es parcial: una
acumulación exitosa no exime de tener
que seguir acumulando; por el contrario,
sienta las bases para futuras acumulaciones.

(La superación de esta contradicción
es una de las cuestiones sin resolución
que la humanidad viene acumulando
en el tiempo)

 
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