Sin título
El título, no parece un elemento imprescindible para la
existencia.
Hay quienes no creen en la importancia de los títulos:
producen
una obra que no tiene título, y cuando la dan por acabada
se
dedican a titular, como una tarea menor, de acuerdo a lo
que
creen que quisieron expresar, a modo de presentación.
Otros le adjudican un valor relativo al título, creen que
es parte
de la obra y no debe descuidarse.
Algunos van más lejos: la obra, el texto, deben completar
el título,
que en realidad contiene todo lo que importa -el resto es
agregación-.
Proceden en sentido inverso a los primeros: parten del
título, es lo
único que tienen, y lo único que necesitan. Ahí está
contenido,
concentrado, el germen de toda la idea que va a
desarrollarse en
forma de poema, relato, ensayo, crónica ó lo que fuere,
así como
otras ideas subsidiarias, que a su vez darán lugar a otras.
Así, se sabe de escritores que proyectan una novela de la
cual sólo
tienen el título.
En los medios de comunicación, los títulos son
determinantes: un
arma cargada de ideología.
Hay muchas formas de interpretar y titular un mismo hecho.
Es un
hecho: hay periodistas encargados de diseñar la forma en que
se
inyecta ideología en esos títulos, de acuerdo a la demanda
de los
dueños del medio.
Una forma de formar opinión. Es muy sabido que mucha gente
sólo
lee los títulos (aunque un título bien armado puede
hacernos cambiar
de opinión, haciendo que leamos la columna, y se nos
forme otra
opinión)
Además, un buen título vende.
En los canales de noticias de TV se puede observar, cada
cinco
minutos, un título cada vez más grande que queda sostenido en la
pantalla: TITULOS.
Los títulos, juegan un papel muy importante en la vida de
las
personas.
Hay títulos públicos, privados, títulos oficiales,
suboficiales y
subtítulos.
Hay gente que sacrifica muchas cosas por un título.
Hubo, en otros tiempos, gente capaz de amasar una fortuna, a
costa
de privaciones para poder comprar un título nobiliario.
Hay quienes creen en la movilidad social, y educan a sus
hijos en la
obtención de títulos académicos como medio de ascenso.
Puede haber dudas con respecto a la vocación.., pero no en
cuanto a
la necesidad de un título.
Así, hay quienes exhiben más de un título, quienes
coleccionan títulos
y quienes, a título de presentación, hacen mención a su
título: exhibir
un título, siempre sirve para diferenciarse y para obtener algún
tipo
de reconocimiento.
Además, un título adorna, viste y mejora nombres y
apellidos, así
como puede atenuar los efectos desagradables de aquellos no muy
agraciados.
II
Los títulos tienen muchas propiedades. Un buen título
vende.
Los que tienen muchas propiedades no necesitan títulos, ni
necesitan
venderse.
Ni necesitan movilidad social: No necesitan de las
propiedades de los
títulos. No tienen necesidad.
A lo sumo, pueden necesitar vender alguna propiedad.
Algunos creen que si no se tienen muchas propiedades,
conviene tener
algún título: Los títulos tienen muchas propiedades.
Las propiedades son necesarias para no pasar necesidad: la
necesidad,
puede llevar a cometer las peores acciones, incluso a
apropiarse de
propiedades ajenas.
Quienes creen en la movilidad social, suelen creer en los
títulos, así
como en sus propiedades: Creen que un título es una buena
inversión. Y
creen en el tiempo como inversión.
Creen que la propiedad de un título sirve para acceder a
un título de
propiedad.
III
Pero hay quienes profesan un rechazo absoluto por estos
artefactos, así como por el insumo de tiempo y energía que su
producción demanda.
Algunos poetas desisten sin más de esa tarea, y a cambio
de títulos
numeran sus poemas.
Otros ahorran ese paso separando el primer verso de modo
que cumpla
la función del título que falta.
Pero una novela sin título, no tiene muchas posibilidades,
como
tampoco un cuento, un ensayo ó un sujeto.
La necesidad de títulos está más relacionada con las
actividades
humanas ligadas a la prosa.
Un texto sin título es difícil que atraiga inversiones
(toda lectura es
una inversión: se invierte tiempo a cambio de obtener placer,
conocimiento, reconocimiento, entretenimiento, información, etc.)
Un texto sin título es como una persona sin nombre: no
puede tener
propiedades.
Todo objeto ó sujeto que se emite, debe poder justificar
su existencia, ó
por lo menos su origen.
Un texto sin título, ó peor: sin autor, es como un
sujeto
indocumentado; nadie le otorga el menor crédito.
Es raro que alguien lea a un autor que no conoce, y de
quien ni
siquiera tenga referencias. Se necesitan referencias. Siempre se
necesitan referencias.
Las referencias tienen propiedades. Una referencia puede ser
buena
ó mala, como una propiedad, pero siempre es una referencia.
Un título es una referencia.
Un buen título, tiene la propiedad de atraer, pero si es
demasiado
bueno va a resultar inevitable que el texto que lo acompaña acabe
decepcionando.
Los títulos son, en algunos casos, algo excluyente.
Hay quienes invierten mucho tiempo en obtenerlos.
Se da, incluso, el caso de autores desconocidos de obras
excluyentes,
que acaban resignando su publicación por no poder hallar el
título
apropiado (lo que los excluye de todo reconocimiento).
IV
Suele creerse: un título es un arma. Y también: siempre
es mejor
andar armado.
La vida es una lucha, de la que sólo suelen salir airosos
los que
están mejor armados.
Hay quienes no conciben andar por la vida exhibiendo la
carencia
de títulos. Entienden que hay que poseer alguno para ser
alguien,
para no ser nadie, para formar parte de los que son.
Por eso, el cambio de identidad en la persona que se
titula: cambia;
un sujeto que deja de ser nadie para empezar a ser alguien.
Ese
alguien, ya es otro.
Por eso la expresión: “me recibí” ó “me voy a
recibir”
(uno se recibe a sí mismo en calidad de otro: yo era un
don nadie,
ahora soy un bachiller.)
Un cambio sustancial, definitivo e irreversible. De ahí la
trascendencia, uno no volverá a ser el que era.
Algunos llegan a esa instancia sin estar maduros, no se
sienten
preparados, en lo profundo de su psiquis, para semejante cambio.
Entonces, no pueden -quieren- recibirse. Quedan debiendo
una
materia ó dos.
Incluso, se conocen casos de personas que completan una
carrera,
aprueban su última materia ó rinden su tesis y luego, no sólo no
ejercen su profesión sino que ni siquiera retiran el título.
No por olvido, ó arrepentimiento; antes bien, por la
incapacidad de
asumir el cambio de identidad: No quieren ser otros.
Por último, este hecho también explica que sea común que,
apenas
obtenido el título, su titular mande a imprimir unas tarjetas: necesita
presentar en sociedad su nueva identidad (ya no soy más aquel
muchacho
obscuro...).
V
Hay títulos que parecen más confiables que otros, pero
quien sólo
confía en un título, acaba dependiendo de los otros.
Y hay títulos que sólo sirven para acceder a otros
títulos.
Así también, hay títulos cuyo valor decrece y se disipa
con el tiempo:
Un escribiente, un taquidactilógrafo, un perfoverificador,
etc.
(Acaso todos los títulos estén destinados a su
depreciación en el tiempo).
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