(Pascual Rambler)
Estamos hechos de
amor,
oí decir a una
cantante de rock.
-Hay quienes aman el rock,
y quienes lo odian: sentimientos
que se necesitan entre sí-
-Hay quienes aman el rock,
y quienes lo odian: sentimientos
que se necesitan entre sí-
El amor une
más que la
necesidad,
aunque no pueda
considerarse
un signo vital: hay
metabolismo
antes y después del
amor.
El amor es ciego,
como la fe:
ambos sentimientos
comparten
esa discapacidad.
La fe mueve
montañas, pero el amor
es más fuerte. El
amor vence: tiene
vencimiento.
El amor es una
fórmula expansiva
que tiende a la
unidad -uno se une
o quisiera unirse a
lo que ama-
La unidad hace la
fuerza.
Sólo los fuertes
pueden prescindir
del amor: un amo no
ama, no es presa
de las necesidades
del amor; sabe que
amar es depender, y
toda dependencia
es signo de
debilidad.
La debilidad no es
algo que se ame
-lo débil puede
despertar compasión,
lástima, ternura,
pero nunca amor-
Los débiles lo
saben: para aspirar al amor
deben ocultar su
condición, deben fingir
-algo trabajoso pero
que con la práctica se
vuelve natural-
En realidad, todos
fingimos: todos tenemos
alguna debilidad que
ocultar; nadie se muestra
como es. Los
mejores amantes son los mejores
simuladores; creen
en lo que representan hasta
el punto de
confundirse con su personaje.
Son los que mejor
actúan.
Actuar es un
trabajo.
El amor es
trabajoso: Hay que sostenerlo,
alimentarlo,
mantenerlo.
Pero el trabajo
dignifica; y más aún
el trabajo insalubre
-aunque la dignidad
es un valor
relativo, un valor ajustable y
dudoso: como todos.
Y como el amor
al trabajo-