(Senecio Loserman)
Casi todo está en
orden,
me inclino a creer.
Valoramos el orden
como principio
-aunque sabemos: en
un principio
fue el caos- y como
noción superadora.
El orden es garantía
de previsibilidad,
ante todo.
Observamos órdenes establecidos,
a sabiendas que su
continuidad favorece
el cumplimiento de
ciertas funciones.
Hay un orden
exterior que nos precede
y compartimos, y
hay otros órdenes
y otros:
Hay un orden interno
y un orden cerrado,
hay ordenadores y
ordenados,
hay ordenamientos y
ordenanzas.
Hay un orden lógico
y un orden analógico,
un orden cronológico y un orden patológico,
un orden cronológico y un orden patológico,
el orden natural y
el sobrenatural,
un orden necesario y
órdenes subalternos.
Hay órdenes.
Hay órdenes.
Hay quienes aman el
orden y quienes aman
obedecer órdenes:
sólo obedecen por amor.
Todo está en orden,
escribo para mi,
para ordenar mi
pensamiento -lo mismo
es pensar y ser,
pensaba Parménides-
No sé que pensar,
pero puedo escribirlo,
en este orden.
Todo está en orden,
me inclino a creer
-me inclino ante el
papel pautado-
Me inclino para
despuntar el hábito:
los hábitos ordenan
la vida de los mortales.
Escribo para
mantener el orden
-la repetición es
condición del orden, y es
un orden en sí
misma-
Escribo ensimismado
-tengo este hábito-
Los hábitos ordenan
la vida, los vicios
la adornan y
completan. Leo.
Hay vicios y vicios,
me dijo un
visionario.
Hay vicios reales y
virtuales:
en virtud del vicio,
se puede desarrollar
la vocación de
ser vicio -soy lo que hago:
uno puede elegir lo que le sirve, y puede
elegir a qué servir-
uno puede elegir lo que le sirve, y puede
elegir a qué servir-
El vicio es
soberano.