(Carlos Inquilino)
Dominados por la
ilusión de unidad,
o por la voluntad de
compartir
ese deseo sin
sustento histórico
-o dominados por el
temor a la soledad-
nos sometemos a
formulaciones débiles,
apoyadas en dudosas
premisas:
Hay que unirse, hay
que sumar; sumarse
para ejercer
presión; juntarse para hacer
número. Limar
diferencias y estrechar
vínculos para hacer
bulto: un volumen
creciente e
indiferenciado que aspira
a superarse por
medio de la agregación,
la adición y la
repetición: Unidos y
dominados.
Creemos en el poder
de la acumulación:
Acumulamos
experiencia, hasta ahora
inútil, pero nunca
se sabe:
La relación de
fuerzas entre una mayoría débil
y un poder
concentrado e implacable, puede
alterarse -el poder
de la concentración no
conoce límites-
Acumulamos
experiencia a cada instante,
acumular es humano:
más que el deseo y
más que la
conciencia -un producto de la
acumulación de
experiencia-
Nos aglutinamos bajo
distintas consignas,
nos agrupamos y
hacinamos con cualquier
pretexto: todo
argumento es aceptable; la
debilidad aspira a
la uniformidad, apostamos
a la suma y al
movimiento uniforme.
Hacer causa común
es una buena causa:
Aún a aquellos que
no acuerdan, no comparten
usos y valores
establecidos, se sienten ajenos a
las tradiciones
culturales y a los sentimientos
populares, sólo
les queda unirse para hacer
valer sus derechos;
la unión hace la fuerza:
Dominados por la
condición débil de nuestra
naturaleza,
valoramos el ejercicio de la fuerza
como medio de
superación.
Toda la experiencia
histórica avala el desarrollo
forzoso como
continuidad y como condición
para sostener el
proceso acumulativo:
Siempre se
impusieron los más fuertes, los más
aptos en el uso de
la fuerza -pero ellos no se
aglutinan, no se
aglomeran, ni necesitan
convocar a la
unidad-
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