(Abel A. Borda)
Ninguna
contradicción
entre la ventana y
el viento.
Formas previsibles,
formas provisorias.
Soy lo que creo, lo
que invento
-formas provisorias
para aventar la duda-
Crear, enajenar:
los límites sostienen
la necesidad para
mantener el orden
previsible:
mantenerse dentro, a buen
resguardo de
intemperies peligrosas:
Todo lo que es
aufera es extraño.
Ninguna
contradicción que interpele
lo que pienso: soy
lo que creo, nada
contradice la
dirección del pensamiento.
Formas de existir,
de resistir, de entablar
la soledad que
evoluciona en argumento:
Lo que es afuera es
adentro.
Ninguna
contradicción
entre el animal que
escribe
y los bacilos que
trabajan
en el seno de su
intestino humano,
para el futuro de la
especie
y el presente del
poema.
Emitir sirve,
enajenar libera,
pero el sentido
viene desde afuera:
se incorpora como el
hábito
y la palabra hábito.
El hábito
evoluciona en instinto
-evoluciona por
repetición-
y el instinto sirve
a la conservación
-que es el fin de la
evolución-
Emitir sirve: para
generar argumentos
y producir
contradicciones.
Ninguna
contradicción me es ajena
-sin contradicción
no hay evolución-
Desde mi ventana,
veo pasar el viento
norte sin
contradicción, y veo otras
ventanas abiertas o
cerradas, con o sin
persianas y personas
viendo el viento
pasar, como parte
del paisaje natural.
Es natural que haya
ventanas
y vientos y
versiones encontradas
que sirven a la
continuidad
del hábito
evolutivo y del cuerpo
del poema.
Natural como aspirar
y vacilar
ante la evolución
del hábito.
Ninguna
contradicción me es ajena:
evoluciono -la
repetición es un
instrumento
evolutivo-
Podría gritar a los
cuatro vientos,
ó podría
permanecer ajeno
detrás de la
ventana
y bajar la persiana
sin contradicción:
sólo los enajenados
viven
sin contradicción.
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