(Ricardo Mansoler)
La muerte del autor,
escribía Barthes.
Todo autor está
muerto, confirmaba Agamben.
Autores vivos y
muertos
discurren sobre el
tema con mayor
o menor autoridad:
nadie puede permanecer
ajeno, nos incumbe
a todos y nunca pierde
vigencia; sigue
siendo algo misterioso, y
a la vez, la única
certeza de la vida.
Los poetas siempre
se ocuparon de la muerte,
uno de los temas
centrales de la poesía,
junto al amor y la
guerra.
Cinco décadas de
poemas, reza el título
de una nota que
acabo de leer, presentando
dos textos de un
poeta: Un buen poeta,
puedo afirmar desde
mi juicio subjetivo;
entre los dos poemas
me gustó el segundo.
Sin embargo, más
allá de la calidad poética,
no puedo dejar de
detenerme en las dos
últimas palabras de
la nota que lo presenta:
Muerto
recientemente.
Pareciera que la
muerte reciente del autor
sumara un atractivo
extra, exterior
a los poemas.
La primicia de la
muerte como un valor
agregado: no será
lo mismo para el lector
la experiencia de la
lectura con un autor
muerto hace diez,
veinte o cien años,
que la de alguien
que acaba de morir, que
hasta hace días era
uno de los nuestros
(o uno de nosotros)
Muerto
recientemente: Hay autores que sólo
son reconocidos o
valorados después de
muertos; otros no:
ni antes ni después.
Pero hay algo
morboso en esa atracción
que yace en la
proximidad de la muerte
"La tumba es todavía / un sexo de mujer
que atrae al hombre" concluía un poema
de... (No importa el autor, está muerto)
"La tumba es todavía / un sexo de mujer
que atrae al hombre" concluía un poema
de... (No importa el autor, está muerto)
Cuando murió
Borges, aumentó la venta
de sus libros. Lo
mismo había ocurrido
antes con Cortázar.
¿Algo alteró en ellos
la experiencia de la
muerte del autor?
La experiencia,
así se titula el segundo
de estos dos poemas -un poema sobre
la muerte.
la muerte.
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