La escritura nos
sirve:
entre otras cosas,
para diferenciarnos
de aquellos animales
que no escriben.
La escritura nos
sirve: sirvámonos.
Podemos escribir en
distintas circunstancias,
bajo diversas
condiciones, en una dirección
u otra, en cualquier
momento de la vida
podemos escribir:
Escribir es humano.
La escritura -como los animales- nos hace
La escritura -como los animales- nos hace
más humanos.
La escritura nos sirve como hábito:
La escritura nos sirve como hábito:
La práctica
continua y sistemática, crea el
hábito; una vez
adquirido el hábito, ya no
se deja de escribir:
el hábito se hace necesidad
y escribir se vuelve
algo tan natural como fumar.
(Hay quienes fuman
mientras escriben y quienes
escriben mientras
fuman)
La escritura es un
instrumento de superación:
Más allá de la
inspiración, que es fluctuante y
azarosa, el
ejercicio regular y riguroso del hábito
en el tiempo,
permite verificar casi siempre
alguna evolución:
es difícil que alguien reconozca
que antes escribía
mejor. En condiciones naturales,
la tendencia suele
ser la inversa: se tiene a alguna
clase de evolución.
Por el contrario,
es normal -habitual- que el sujeto
no suscriba mucho de
lo que hubo escrito en el pasado:
“Hoy no escribiría
ésto”. Es natural, pocas cosas
resisten el paso del
tiempo, y entre los seres vivos,
ninguno.
El tiempo nos
modifica, más allá de la propia percepción,
voluntad y deseo.
Por eso, algunos insisten en la necesidad
de publicar sin
demora, antes de arrepentirse: primero
publicar, luego
escribir; tal la fórmula de un poeta muy
reconocido entre
iniciados. Otros, como J. R. Jiménez,
aconsejaban lo
contrario: guardar los poemas en un cajón
y esperar que el
tiempo haga su trabajo.
En cualquier caso,
resistir al tiempo es trabajoso: entre
tanta escritura
acumulada hay poca que lo logra.
Si se piensa en eso,
el trabajo de escribir no es alentador.
Mejor no pensar.
Pero para escribir hay que pensar: el
pensamiento nos
diferencia de otras criaturas y hace
posible la
literatura, pienso, luego escribo (Hubo un
poeta que proponía
la fórmula inversa: escribir, después
pensar)
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