(Dudamel Rambler)
Vengo de vacilar y
estoy en éxtasis
Vacilaba ante la
ley, ante la letra chica,
ante los protocolos de la vacilación,
vacilaba entre líneas, vacilaba con fruición
entre ilegibles intersticios, vacilaba
con pasión y vacilaba de oficio:
vacilaba entre líneas, vacilaba con fruición
entre ilegibles intersticios, vacilaba
con pasión y vacilaba de oficio:
para no parafrasear.
Supe de fuentes
confiables irreproducibles
que la alteración
es una fuente de creación,
acaso la única
-estas palabras no me pertenecen,
tampoco éstas-
Vacilo entre los
verbos regulares: nada que se
pueda escribir es
azaroso; todo estaba, todo
preexistía. Ni
los neologismos dejan de remitir
a un estado
anterior.
Todo puede volver a
vacilar,
leía y alteraba:
cada lectura individual
puede leerse como
una alteración -en toda
reproducción hay
alguna alteración-
Venimos a alterar el
orden, podría citar -sólo
cita quien leyó-
releer, volver a vacilar:
“En la literatura,
la carrera del lector es la más
difícil”
escribía Macedonio, que vacilaba en el
prólogo de una
novela que no empezaba nunca
¿Para qué empezar
algo que conduce a un fin?
Todo puede volver a
suceder, para el sujeto
que vacila…
Vacilar es una
actividad sustentable
y cargada de futuro:
es tiempo de vacilar
en modo infinitivo,
en comunión con todas
las especies y
organismos vacilantes.
He decidido vacilar:
no sé si es una buena decisión
pero es la decisión
correcta. Vacilo por mis propios
medios, sin temor,
sin dirección y sin destino.
Vacilo a conciencia,
actúo de oficio,
vacilar es un acto
de conciencia
y también una forma
de servicio:
Quien vacila no peca
ni produce.