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viernes, 30 de marzo de 2018

Vacilar es preciso

 

(Dudamel Rambler)


Vengo de vacilar y estoy en éxtasis
Vacilaba ante la ley, ante la letra chica,
ante los protocolos de la vacilación,
vacilaba entre líneas, vacilaba con fruición
entre ilegibles intersticios, vacilaba
con pasión y vacilaba de oficio:
para no parafrasear.

Supe de fuentes confiables irreproducibles
que la alteración es una fuente de creación,
acaso la única -estas palabras no me pertenecen,
tampoco éstas-

Vacilo entre los verbos regulares: nada que se
pueda escribir es azaroso; todo estaba, todo
preexistía. Ni los neologismos dejan de remitir
a un estado anterior.

Todo puede volver a vacilar,
leía y alteraba: cada lectura individual
puede leerse como una alteración -en toda
reproducción hay alguna alteración-

Venimos a alterar el orden, podría citar -sólo
cita quien leyó- releer, volver a vacilar:
“En la literatura, la carrera del lector es la más
difícil” escribía Macedonio, que vacilaba en el
prólogo de una novela que no empezaba nunca
¿Para qué empezar algo que conduce a un fin?

Todo puede volver a suceder, para el sujeto
que vacila…
Vacilar es una actividad sustentable
y cargada de futuro: es tiempo de vacilar
en modo infinitivo, en comunión con todas
las especies y organismos vacilantes.

He decidido vacilar: no sé si es una buena decisión
pero es la decisión correcta. Vacilo por mis propios
medios, sin temor, sin dirección y sin destino.

Vacilo a conciencia, actúo de oficio,
vacilar es un acto de conciencia
y también una forma de servicio:

Quien vacila no peca ni produce.


De dónde vienen los reyes

(José Luis Greco)


El vecino estaba en casa, no recuerdo el motivo de su visita, pero no dejaba de ser algo natural: tenemos buena relación (conviene llevarse bien,uno nunca sabe cuando puede llegar a necesitarlos, y no son una presencia que se pueda evitar, a no ser que uno decida vivir en el campo, pero está demasiado contaminado) 

Más curioso fue que saliera al jardín (estábamos en la cocina, que da al jardín, hacia el fondo de la casa) aunque tampoco es algo tan extraño cuando hay cierta confianza: pudiera ser que un interés en las plantas, o ganas de mirar el cielo y tomar un poco de aire lo hubieran impulsado (el jardín atrae, de hecho, yo paso más tiempo ahí que dentro de la casa) Pero pasado un tiempo que no puedo precisar, observamos que empezaba a moverse de una manera extraña, algo que crecía en intensidad: no bailaba, no había música, no estaba elongando sino más bien lo contrario: contracciones, contorsiones, movimientos espasmódicos que se tornaban más violentos, como poseído por una fuerza extraña (Bueno, lo que para uno es extraño puede no serlo para un vecino, hay que ser cauto y no dejarse dominar por los impulsos) Voy a ver que le pasa… No vayas, dijo mi mujer con un temor que ahora me parece lógico y sensato, pero que en ese momento no me detuvo. Salí, me acerqué ¿Te sentís bien, Reynaldo? No me contestó, concentrado en una nueva contracción más fuerte, ahora casi acuclillado y tenso y que, para mi sorpresa (no puedo explicar más que ésto) lo redujo hasta alcanzar el volumen de un perro, un perro de tamaño medio, para ser generoso. No sólo el volumen: era un perro, un perro bastante común, sin raza definida ni señas particulares; un perro cualquiera.

Nos miramos con mi mujer… ¿Qué hacer? No pensábamos tener un perro, con los dos gatos y el tortugo estábamos bien, pero había que hacerse cargo, no podía echarlo como a un perro, uno tiene su sensibilidad, los animales tenemos sentimientos, era un perro, acaso no el que hubiera elegido, pero reunía todas las condiciones de un perro, no podía abandonarlo: era un perro que además, había sido un vecino hasta hacía un momento…

Los gatos, al principio lo rechazaban, se encrespaban y lo azuzaban cuando se les avecinaba; pero al final, si bien no se hicieron amigos, terminaron aceptándolo: los gatos son muy perceptivos, seguro detectaron que no tenía malas intenciones y percibieron que portaba una historia complicada.

Es un animal tranquilo y apacible, nunca lo ví ladrar, ni gruñir ni quejarse, y a diferencia de los gatos, no suele ausentarse visitando casas vecinas.

Hasta nos ahorró el trabajo de buscarle un nombre; ya tenía (sólo se lo abreviamos por comodidad, era un poco largo: quedó reducido a la primera sílaba)


sábado, 24 de marzo de 2018

Sentido útil

 

(Horacio Ruminal)



“El deseo de librarse de la utilidad
es lo que ha elevado al hombre,
inspirándole la moral y el arte”

No hay deseos útiles o inútiles,
aunque hay buenas y malas artes:
éstas suelen ser más útiles.

Valores como la ética, la moral o
la justicia, ceden terreno ante el valor
de la utilidad. La injusticia, es más
útil que la justicia, observaba Aristóteles,
lo que explicaría nuestro poco apego a
esta última; preferimos la utilidad.

La utilidad provee sentido a todo.
Hay quienes hacen cualquier cosa por
sentirse útiles. La utilidad genera valor:
Un idiota útil vale más que un idiota.
El mandato social, impone culpa a quien no
puede reconocerse socialmente útil. El
valor de lo útil se impone sobre todos los
valores.

A través de la utilidad, se accede a otros
valores, como el bien y el mal: lo que es
útil es bueno.

La palabras son útiles, porque tienen un
sentido y pueden producir otros, permitiendo
la comunicación fluída entre sujetos:
Compartimos las palabras,
compartimos el sentido,
compartimos la utilidad.

Hasta que en algún momento de la vida,
surge la necesidad de librarse de ella,
y escribimos un poema -hacemos poemas
en busca de otro sentido: hacer algo inútil,
por el puro placer de hacerlo-

La utilidad provee sentido a todo,
menos al poema.
 
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