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jueves, 31 de mayo de 2018

El crecimiento indefinido

(Senecio Loserman)



Saber carecer:
Creo en lo que carece,
la necesidad se expande
y la naturaleza expansiva no necesita
fundamento.
 
¿Carecemos de todo lo que merecemos?

Crecer y carecer
son verbos compatibles (hay cierta
empatía en el cociente natural donde
la duda crece al carecer)

“Que todo crezca aunque yo carezca”
Tal el pensamiento solidario del altruísta.
 
Pero el altruismo es un anacronismo,
si no un atavismo.

Hoy nadie cree en el altruismo, aunque sí
en el crecimiento del turismo:
Compartimos creencias y carencias
con la misma voluntad inercial que reproduce
cuerpos y excrecencias.

Alguna vez estuve a punto de desheredarme,
pero reflexioné, pensé en mi descendencia
y primó la sensatez: lo más sensato
es seguir descendiendo, la continuidad
es una experiencia irrepetible.

Continuará...

miércoles, 30 de mayo de 2018

El silencio y la definición

(Abel A. Borda)



Prefiero el silencio,
escribo en silencio.
Según la intensidad del silencio
(fluctuante) será la intensidad de la
propia concentracion en la escritura
(emisión silenciosa)

Podría definirme como un hombre
silencioso: que escribe más de lo que habla.
Escribir es hablar en silencio (o con el
silencio) o hablar solo, un hábito que roza
lo patológico, que sólo se diferencia por tener
un fin, una finalidad estética, es decir
un sentido terapéutico.

Podría definir, pero las definiciones son
siempre parciales, incompletas, como el silencio.

(El silencio absoluto no existe en la naturaleza,
hay que crearlo en forma artificial, producirlo:
La experiencia obtenida con una cámara
especialmente diseñada para aislar al visitante
de todo sonido, reporta que ningún humano
puede soportar tal condición más de unos
15 minutos. Se pierde el equilibrio, el sentido,
la cordura; en ese orden. El orden de lo absoluto
nos es ajeno)

¿Será por eso que muchos no lo soportan, y
desarrollan una especie de fobia al silencio, al punto
de necesitar un fondo sonoro para hacer cualquier
cosa?

¿Qué es el silencio?

Definirlo como ausencia de sonido, es como definir
la muerte como la ausencia de signos vitales:

Definir algo por contraste con su supuesto opuesto,
sólo agrega dudas, tanto sobre el objeto a definir
como sobre la capacidad de definición del
enunciante y la eficacia de su lenguaje.

Ante el vicio retórico, es preferible el vicio silencioso.
No todo es definible, y no hay ninguna definición
definitiva.

Algunos atribuyen la crisis ontológica de la
humanidad, a la falta de definición: hay mucho
por definir.

Otros sostienen que el verdadero problema no es
la falta sino el exceso: exceso de sentidos, de
opciones alternativas, la sobreoferta de estímulos
y tentaciones para distintos desvíos, y una diversidad
orientaciones, vocaciones y oportunidades que resulta
contraproducente e incluso nociva: la amplitud de
lo diverso aumenta la confusión y conspira contra
la concentración necesaria para la buena definición.

Siembran el caos y la disipasión, quienes insisten
con aquello de “hay que oir todas las voces”

Por el contrario, son pocas las que tienen algo
interesante que agregar, y siempre es conveniente
concentrarse en una: Las naturalezas superiores
sólo oyen la voz de la conciencia, es decir la propia,
descartando el resto como emisión residual, un
aporte a la contaminación acústica.

Yo prefiero el silencio, aunque no pueda definirlo
todavía. 


viernes, 25 de mayo de 2018

Ogras

(Ester Miño)



Argamadas ogras,
sobre la superficie impaga del deseo
de otros, aquerenciadas al adverbio irregular,
acoplando aristas rispidas e hirsutas
en su copla estéril

entre risas y rezos objetivos
diáfanos cogollos semipuros
pudiendo contener: vestigios de vestales,
enveses, improperios, rumor de alcoba
y exabrupto de doncella abacanada

Ogras (semimalogradas) desencajadas
por la hibridación inopinada que ilustraron
los próceres de ayer (hoy encumbrados
proxenetas) tanto como por los salmos
abonados por terceros sobre la superficie
impaga, en plena mora, orando sin demora
sobre la baba amada, derramada por pura
afinidad involuntaria sobre la falsa risa
orgamada que desgranan al cantar

Su pura desmesura ahuyenta al forastero,
al reducidor, al aspirante, al viandante ocasional
como al transeunte avezado, al turista arrepentido
como al recolector autosuficiente, al emprendedor
empedernido y al soldado desconocido.

Ogras amargamadas a su estirpe efímera
Ogras como las de otrora: difíciles de avistar
por hombres y bestias que cursamos las sinuosidades
de este presente pos efímero

Ogras que ningún milagro malogra

(Buscan su orégano en algún vergel
pero si pasan por un cuartel, jamás se
enamoran de un coronel; ni siquiera de un cabo:
prefieren en nabo a los confites,
el bledo a la cadencia del paso redoblado)

Ogras que aman el sexo
pero descreen del amor: podrían tener
sexo con cualquier solicitante, pero
carecen de auspiciantes al no haber podido
desarrollar un producto atrayente y convocante:
El goce que prometen, es el que pueden ofrecer
sus bocas pintadas y desdentadas (el placer
seguro nunca gozó de popularidad)

jueves, 24 de mayo de 2018

Pecados exitosos

(Horacio Ruminal)



Pecaría
(de precariedad)
si aspirara a no reproducir
el ritmo como forma
de lo múltiplo y acérrimo
propagándose a sí mismo
y sin margen de error.

No sea acaso, el pecado
la más alta creación divina.

El pecado exitoso
se percibe casi irrepetible,
se burla de los buscadores
y del éxito.

Pero el éxito
está al alcance de cualquiera,
como el pecado.

Hay que tener la voluntad inquebrantable
del emprendedor, la fe del feligrés,
del aprendiz de emprendedor, la
disciplina del discípulo.

La convicción del que se sabe iluminado,
y nada,
avanza: nadar a oscuras con cadáveres
congéneres, entre ínfulas inútiles o ajenas,
no es menor aventura que la de aquel
que escribe a la intemperie:
“la ergástula es obscura”

Borges no pecaba, y si lo hacía, supo como
guardar el secreto. Buscar la perfección
no es un pecado. Tal vez la erudición
sirva de antídoto ante el exceso
que a todo pecador atrae.

No blasfemaba Borges, era en extremo
minucioso en el cuidado de su lenguaje.
Pero escribió: “El arte de la injuria”
reconociendo arte en el exceso
y gozando al recoger, manipular, recopilar
el goce del pecado ajeno.
 
¿Ajeno? 
 
Ante mi copa de ajenjo me pregunto
¿El pecado perfecto es el que logra
pasar desapercibido, incluso para quien
lo comete?

Pecaría

El Marqués, pecaba escribiendo,
condenado al encierro, escribía más,
pecaba mejor: en la oscuridad de su
ergástula, no hacía más que pecar
 
(y gozar lo pecado)


 
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