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miércoles, 30 de mayo de 2018

El silencio y la definición

(Abel A. Borda)



Prefiero el silencio,
escribo en silencio.
Según la intensidad del silencio
(fluctuante) será la intensidad de la
propia concentracion en la escritura
(emisión silenciosa)

Podría definirme como un hombre
silencioso: que escribe más de lo que habla.
Escribir es hablar en silencio (o con el
silencio) o hablar solo, un hábito que roza
lo patológico, que sólo se diferencia por tener
un fin, una finalidad estética, es decir
un sentido terapéutico.

Podría definir, pero las definiciones son
siempre parciales, incompletas, como el silencio.

(El silencio absoluto no existe en la naturaleza,
hay que crearlo en forma artificial, producirlo:
La experiencia obtenida con una cámara
especialmente diseñada para aislar al visitante
de todo sonido, reporta que ningún humano
puede soportar tal condición más de unos
15 minutos. Se pierde el equilibrio, el sentido,
la cordura; en ese orden. El orden de lo absoluto
nos es ajeno)

¿Será por eso que muchos no lo soportan, y
desarrollan una especie de fobia al silencio, al punto
de necesitar un fondo sonoro para hacer cualquier
cosa?

¿Qué es el silencio?

Definirlo como ausencia de sonido, es como definir
la muerte como la ausencia de signos vitales:

Definir algo por contraste con su supuesto opuesto,
sólo agrega dudas, tanto sobre el objeto a definir
como sobre la capacidad de definición del
enunciante y la eficacia de su lenguaje.

Ante el vicio retórico, es preferible el vicio silencioso.
No todo es definible, y no hay ninguna definición
definitiva.

Algunos atribuyen la crisis ontológica de la
humanidad, a la falta de definición: hay mucho
por definir.

Otros sostienen que el verdadero problema no es
la falta sino el exceso: exceso de sentidos, de
opciones alternativas, la sobreoferta de estímulos
y tentaciones para distintos desvíos, y una diversidad
orientaciones, vocaciones y oportunidades que resulta
contraproducente e incluso nociva: la amplitud de
lo diverso aumenta la confusión y conspira contra
la concentración necesaria para la buena definición.

Siembran el caos y la disipasión, quienes insisten
con aquello de “hay que oir todas las voces”

Por el contrario, son pocas las que tienen algo
interesante que agregar, y siempre es conveniente
concentrarse en una: Las naturalezas superiores
sólo oyen la voz de la conciencia, es decir la propia,
descartando el resto como emisión residual, un
aporte a la contaminación acústica.

Yo prefiero el silencio, aunque no pueda definirlo
todavía. 


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