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jueves, 24 de mayo de 2018

Pecados exitosos

(Horacio Ruminal)



Pecaría
(de precariedad)
si aspirara a no reproducir
el ritmo como forma
de lo múltiplo y acérrimo
propagándose a sí mismo
y sin margen de error.

No sea acaso, el pecado
la más alta creación divina.

El pecado exitoso
se percibe casi irrepetible,
se burla de los buscadores
y del éxito.

Pero el éxito
está al alcance de cualquiera,
como el pecado.

Hay que tener la voluntad inquebrantable
del emprendedor, la fe del feligrés,
del aprendiz de emprendedor, la
disciplina del discípulo.

La convicción del que se sabe iluminado,
y nada,
avanza: nadar a oscuras con cadáveres
congéneres, entre ínfulas inútiles o ajenas,
no es menor aventura que la de aquel
que escribe a la intemperie:
“la ergástula es obscura”

Borges no pecaba, y si lo hacía, supo como
guardar el secreto. Buscar la perfección
no es un pecado. Tal vez la erudición
sirva de antídoto ante el exceso
que a todo pecador atrae.

No blasfemaba Borges, era en extremo
minucioso en el cuidado de su lenguaje.
Pero escribió: “El arte de la injuria”
reconociendo arte en el exceso
y gozando al recoger, manipular, recopilar
el goce del pecado ajeno.
 
¿Ajeno? 
 
Ante mi copa de ajenjo me pregunto
¿El pecado perfecto es el que logra
pasar desapercibido, incluso para quien
lo comete?

Pecaría

El Marqués, pecaba escribiendo,
condenado al encierro, escribía más,
pecaba mejor: en la oscuridad de su
ergástula, no hacía más que pecar
 
(y gozar lo pecado)


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