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sábado, 30 de junio de 2018

El cultivo espontaneo

(Horacio Ruminal)



Odio las setas,
dijo el hongo,
asaetado por cierta incontinencia provisoria
de su verbalidad imberbe, tan común a
organismos que cursan la carencia de órgano
emisor.

No quiero ser un hongo más, se pronunció
en silencio:

Odio las sectas secretas y las setas erectas,
si no fuera hongo sería un poeta.

Es difícil no dudar,
aún para este hongo, genérico, solo
pero bien plantado en su condición
histórica, su estructura simple
aunque eficaz, y con un pasado digno
de respeto por cualquier individuo y
especie que se precie.

Un hongo nunca está solo,
aún cuando parezca estarlo:
está siempre rodeado
de esporas en espera.

Un hongo es un cuerpo autosuficiente,
no necesita otro hongo para producir
hongos.

Un hongo es indiferente a la circulación
de metáforas de hongos, al sentido común,
al mínimo común múltiplo y al sentido de
utilidad que domina las relaciones humanas.

Cargan con la dificultad taxonómica
que enrrarece nuestra relación con ellos:
seres vivos que no califican de semejantes
ni de prójimos, ni animales ni vegetales,
optamos por incluirlos en esa categoría dudosa
e indefinida de organismos primarios anteriores
a la división reinante, junto a líquenes, bacterias
y bacilos.

Guardamos una distancia saludable y prudencial:
Nadie tiene una maceta con un hongo, a no ser
que surja en forma espontánea (algo que los hongos
suelen hacer con toda espontaneidad)

No cultivamos hongos por voluntad, salvo que sea
con fines comerciales. Se prefiere una planta de interior,
cualquier planta viste más que un hongo, se adapta al
ambiente, al alféizar o al balcón y goza de mayor
aceptación.

Guardamos una distancia prudencial con los hongos,
que se presentan en muy diversas formas y tamaños.
Algunos son aptos para el consumo, y de alta calidad
nutritiva. Otros son letales, pero solo si los comemos.

Salvando las distancias, no somos tan distintos:
su cuerpo es casi todo agua, como el nuestro
y compartimos la condición efímera.


viernes, 29 de junio de 2018

Números naturales

(Tomás Lovano)



Volver a cero
concentrarse en la neutralidad
circular

El eterno retorno
al no
cero a la n

Encero el centro de mi cero,
concentrado en lo cóncavo del ser:
no hacer, no negar, no producir
serotonina ni reproducir tejido
seroso.

No hacer nacer nada
que altere este valor idéntico
a sí mismo.

Volver a la noción primaria
que precede al movimiento circular,
ese vacío que todo lo contiene
y nada modifica.

Observar las órbitas posibles
a describir, desde dentro del propio
cero, encerado hacia el centro.

Ser tan cóncavo, concéntrico y perfecto
como sólo el cero puede serlo.

El cero es reposo, neutro absoluto,
vacío, origen y fin de todos los principios.
Es el número natural por antonomasia,
que a la vez excede el Orden Natural:
No existía, fue creado, como el amor, el
sentido y el pensamiento abstracto.

Del cero parten todas las preguntas
verdaderas, la ontología y la filosofía
profunda que sigue formulando las
preguntas esenciales: 
     
              ¿Cuánto es?

¿Qué es el ser? ¿Qué distingue al Ser

del Ente?   ¿Somos seres seriales?

¿Hay un sentido último?

¿Qué fue primero, el cero o la gallina?

¿Hay un amor sincero?

sábado, 9 de junio de 2018

La voluntad transformadora

(Horacio Ruminal)



“Negar te paraliza, aceptar te transforma”
Leo y acepto, en ese orden, y ahí nomás
empiezo a percibir los efectos de
la transformación operada. Ahora que soy
otro, puedo observar la realidad con otra
perspectiva: la vida es cambio, la realidad
es cambiante, hay que aceptar (incorporar
los cambios exteriores, mejora las condiciones
objetivas en que el sujeto negocia con el mundo
exterior, la realidad)

No se puede negar la realidad (el cambio)
Hacerlo significa vivir en conflicto, en un
estado de contradicción permanente con el
mundo real, un estado que impide disfrutar en
plenitud de todo lo que la realidad tiene para ofrecer
al aceptante: todas las maravillas de la modernidad
son posibles y disponibles gracias a aquellos que nos
precedieron en la aceptación, que no vacilaron en aceptar
(Todo lo que somos lo debemos a la firme voluntad de
aceptación: una voluntad histórica)

Negar te inmoviliza, aceptar te transforma: Al aceptar
esta premisa, se comienzan a percibir los beneficios
propios de cualquier transformación, liberando la
conciencia de obstáculos y contradicciones, que
conspiran contra el libre tránsito hacia la evolución
ontológica.

Negar te inmoviliza, aceptar te transforma:
Esta fórmula superadora puede aplicarse en cualquier
circunstancia, ante cualquier dificultad o contratiempo
que se presente, tantas veces como sea necesario.
Es de aplicación universal, y puede ser repetida sin
contraindicaciones. Pero primero hay que aceptar:

La aceptación es condición para la repetición.




 
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