Translate

sábado, 27 de febrero de 2016

Dependencias


(Carlos Inquilino)



Se depende:
Los viejos dependen de los jóvenes,
los niños dependen de los mayores,
el adulto depende de otros adultos.

Cada órgano depende de otros;
el cerebro depende del intestino:
un campo de batalla entre diversas
especies de microorganismos, de cuyo
resultado depende nuestra condición
humana saludable: hasta nuestro humor
depende de bacterias.

(Estas líneas vacilantes que ahora escribo,
dependen de bacilos que no conozco pero
necesito)

Se depende, se depende más de lo que se
conoce. Nuestra conciencia depende tanto
como nuestra actividad inconsciente.

Dependemos de un metabolismo
que es, a su vez, la más acabada expresión
de la dependencia: todo metabolismo
depende de otros. Nada hay más dependiente
que un metabolismo, por más complejo y
desarrollado que sea.

El mundo sensible está signado por el
intercambio y la interdependencia.

Ser es depender, pensó el filósofo
sustentando su pensamiento en otros
pensamientos ya formulados.

Todo lo que somos es el resultado
de lo que hemos pensado, dijo Buda.

Lo mismo es pensar y ser, opinó Parménides.

Todo lo pensable es también posible, sostuvo
Wittgenstein.

Pero todo lo que podemos pensar, proviene
de lo que ya fue pensado, es tributario del
pensamiento heredado, es una prolongación
de aquello que lo precedió y de lo cual
depende.

Se depende:
Sólo se es en relación a otros; un sujeto sólo
se reconoce como tal cuando es reconocido
por otros. Todos somos otro
para el otro.

La vida es intercambio, es relación
y es relación de dependencia.

La vida es movimiento
(y todo movimiento es paralelo a otros)

El metabolismo es movimiento
y la necesidad es tensión:

Las tensiones se resuelven o liberan
¿Liberación o dependencia?

Acaso no sea una opción válida:

"La libertad se extiende hasta los límites
de nuestra conciencia"  (Jung)





jueves, 25 de febrero de 2016

¿Ser decidido?

(Onésimo Evans)


Ser es decidir,
he oído decir.

Decidir es una acción riesgosa,
siempre está el riesgo del error
y el peligro de dar un paso sin
retorno.

Hay que despejar cualquier duda,
ir a lo seguro, minimizar los riesgos.

Una piedra no decide, ni siquiera
decide ser piedra. Cualquier piedra
-la piedra en el zapato, una piedra en
el camino- es piedra todo el tiempo
con la misma intensidad.

Una piedra no tiene dos caminos
ni puede empedernirse:  es pura
continuidad sin contradicción, es
piedra en todo su volumen.

Los seres animados, tenemos capacidad
de decisión: somos objeto de decisiones
propias y ajenas, correctas e incorrectas
(siempre tenemos dos opciones: movimiento
o reposo, aceptar o rechazar, incorporar o
emitir, entrar o salir, atacar o defender, activos
o pasivos)

El libre albedrío
permite elegir la opción correcta:
libres o esclavos
unidos o dominados
soberanía o dependencia

Podemos decidir...
(o ser decididos: siempre hay dos opciones)

Pero no todos tenemos capacidad
de decisión, aunque tenerla no significa
ser capaz de tomar la opción correcta
(antes bien, los hechos parecen demostrar
lo contrario: predominan las decisiones
desafortunadas, erráticas y precipitadas
-cuando no decididamente desacertadas)

Luego, la capacidad de decisión
no asegura nada; por el contrario,
su sola posesión, si no está acompañada
por algún criterio, trae más problemas
que ventajas.

La experiencia nos enseña
-a través del fracaso, que es el
mejor maestro- a ser cautelosos
ante cualquier posible decisión:

Ser es decidir,
aunque nadie es lo que decide.



domingo, 14 de febrero de 2016

El trabajo digno

(Remigio Remington)



Dicen que el trabajo dignifica,
pero hay trabajos menos dignos
que otros, mientras que el ocio
es siempre ocio: no cambia de signo,
es uno e indiviso y se mantiene
idéntico a sí mismo.

(El ocio creativo es una falacia:
todo ocio es creativo, toda creación
es hija del ocio)

Buscar dignidad en el trabajo es ocioso,
tanto como pretender que el trabajo es virtud:
Hay quienes trabajan para mantener sus vicios.

Hablar del derecho al trabajo es tan absurdo
como hablar del derecho a la necesidad.

No hay necesidades más y menos dignas:
Hacer algo es tan digno como no hacerlo,
quien necesita hacer cosas para probar su
dignidad o sentirse digno, es alguien que
en su intimidad inapropiable no puede
reconocerse digno.

Pero el sujeto está dividido:
siempre hay una parte menos digna
de uno que resiste cualquier trabajo
en otro sentido.

Es tan ocioso aspirar a la unidad
como buscar la propia dignidad afuera
del sujeto:

Ningún trabajo dignifica:
No hay nada que provea dignidad
a un sujeto dividido, por más que considere
más o menos digno su trabajo.

Dignificar es un verbo dudoso, tanto como
profundizar en el sentido de la dignidad,
o en la búsqueda de sentidos dignos.

Menos digna que dudosa es la división
del trabajo  -no se necesitan
más peritos mercantiles-

y más digna es la palabra del poeta:

“No trabajes ni hiles” 


domingo, 7 de febrero de 2016

Voluntad negociable

(Carlos Inquilino)


La dignidad no se negocia.
Hay negocios menos dignos que otros

(Otros esperan que resistas:
 Otros esperan que negocies)

Hay negociaciones, negociados y negocios:
El negocio nació como una negación

(Junto con el comercio de la palabra, el hombre
conoció la necesidad de negar, navegar y negociar)

Podemos renegar de ciertos negocios abstenernos
de ciertas negociaciones, pero no podemos
permanecer en estado de negación continua,
no podemos negar todos los negocios:

La soledad es un mal negocio, somos seres sociales:
necesitamos asociarnos, la sociedad es un negocio:
todos somos socios, mal que nos pese y más allá
de nuestra voluntad de negociar y nuestra capacidad
de negociación.

El comercio es la forma de comunicación que se
impuso en las sociedades humanas: El desarrollo
de un estado se mide por el volumen de sus negocios
y el balance de su saldo comercial.

Todas las relaciones humanas se ajustan
al principio de negociación: dar y recibir
en busca de algún beneficio, un provecho,
una utilidad.

La navegación fue útil en diversos sentidos:
abrió puertos y abrió las puertas a nuevos
negocios y nuevas formas de negociar:

El hombre blanco entendió que los negocios
mejoran la vida, que la riqueza es algo que siempre
puede incrementarse, y es algo que se crea.

Y se lanzó a conquistar nuevos mundos y también
a conquistar el mundo para imponerle sus propias
condiciones de negociación (hay negociaciones
que incluyen violencia)

El hombre blanco comprendió la necesidad de
ampliar los mercados, propagar la fe (que siempre
fue un buen negocio) y administrar el desarrollo
del nuevo mundo que debía organizarse sobre la
base del libre comercio.

Ningún negocio hubiera prosperado nunca
sin el comercio de la palabra, el más útil
de los inventos humanos.

No se puede negar la utilidad de la palabra,
que no sólo nos diferencia del resto de los
animales conocidos, sino que nos permite conocer
y producir conocimiento, incorporarlo, transferirlo,
utilizarlo y negociarlo de modo de obtener una
mayor utilidad.

La palabra torna más fluído el intercambio entre
individuos, y hace que podamos reconocernos
como sujetos hablantes, deseantes, sexuados
e incompletos.

Hace que podamos entablar negociaciones
con mayor o menor dignidad y utilidad,
e intercambiar experiencias útiles
e inútiles.

La palabra nos hace negociables. 






 
Licencia Creative Commons
http//ahoraqueestasausente.blogspot.com se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.