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domingo, 7 de febrero de 2016

Voluntad negociable

(Carlos Inquilino)


La dignidad no se negocia.
Hay negocios menos dignos que otros

(Otros esperan que resistas:
 Otros esperan que negocies)

Hay negociaciones, negociados y negocios:
El negocio nació como una negación

(Junto con el comercio de la palabra, el hombre
conoció la necesidad de negar, navegar y negociar)

Podemos renegar de ciertos negocios abstenernos
de ciertas negociaciones, pero no podemos
permanecer en estado de negación continua,
no podemos negar todos los negocios:

La soledad es un mal negocio, somos seres sociales:
necesitamos asociarnos, la sociedad es un negocio:
todos somos socios, mal que nos pese y más allá
de nuestra voluntad de negociar y nuestra capacidad
de negociación.

El comercio es la forma de comunicación que se
impuso en las sociedades humanas: El desarrollo
de un estado se mide por el volumen de sus negocios
y el balance de su saldo comercial.

Todas las relaciones humanas se ajustan
al principio de negociación: dar y recibir
en busca de algún beneficio, un provecho,
una utilidad.

La navegación fue útil en diversos sentidos:
abrió puertos y abrió las puertas a nuevos
negocios y nuevas formas de negociar:

El hombre blanco entendió que los negocios
mejoran la vida, que la riqueza es algo que siempre
puede incrementarse, y es algo que se crea.

Y se lanzó a conquistar nuevos mundos y también
a conquistar el mundo para imponerle sus propias
condiciones de negociación (hay negociaciones
que incluyen violencia)

El hombre blanco comprendió la necesidad de
ampliar los mercados, propagar la fe (que siempre
fue un buen negocio) y administrar el desarrollo
del nuevo mundo que debía organizarse sobre la
base del libre comercio.

Ningún negocio hubiera prosperado nunca
sin el comercio de la palabra, el más útil
de los inventos humanos.

No se puede negar la utilidad de la palabra,
que no sólo nos diferencia del resto de los
animales conocidos, sino que nos permite conocer
y producir conocimiento, incorporarlo, transferirlo,
utilizarlo y negociarlo de modo de obtener una
mayor utilidad.

La palabra torna más fluído el intercambio entre
individuos, y hace que podamos reconocernos
como sujetos hablantes, deseantes, sexuados
e incompletos.

Hace que podamos entablar negociaciones
con mayor o menor dignidad y utilidad,
e intercambiar experiencias útiles
e inútiles.

La palabra nos hace negociables. 






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