(Remigio Remington)
Dicen que el trabajo dignifica,
pero hay trabajos
menos dignos
que otros, mientras
que el ocio
es siempre ocio: no
cambia de signo,
es uno e indiviso y
se mantiene
idéntico a sí
mismo.
(El ocio creativo es
una falacia:
todo ocio es
creativo, toda creación
es hija del ocio)
Buscar dignidad en
el trabajo es ocioso,
tanto como pretender
que el trabajo es virtud:
Hay quienes trabajan
para mantener sus vicios.
Hablar del derecho
al trabajo es tan absurdo
como hablar del
derecho a la necesidad.
No hay necesidades
más y menos dignas:
Hacer algo es tan
digno como no hacerlo,
quien necesita hacer
cosas para probar su
dignidad o sentirse
digno, es alguien que
en su intimidad
inapropiable no puede
reconocerse digno.
Pero el sujeto está
dividido:
siempre hay una
parte menos digna
de uno que resiste
cualquier trabajo
en otro sentido.
Es tan ocioso
aspirar a la unidad
como buscar la
propia dignidad afuera
del sujeto:
Ningún trabajo
dignifica:
No hay nada que
provea dignidad
a un sujeto
dividido, por más que considere
más o menos digno
su trabajo.
Dignificar es un
verbo dudoso, tanto como
profundizar en el
sentido de la dignidad,
o en la búsqueda de
sentidos dignos.
Menos digna que
dudosa es la división
del trabajo -no se necesitan
del trabajo -no se necesitan
más peritos mercantiles-
y más digna es la palabra del poeta:
y más digna es la palabra del poeta:
“No trabajes ni
hiles”
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