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jueves, 25 de febrero de 2016

¿Ser decidido?

(Onésimo Evans)


Ser es decidir,
he oído decir.

Decidir es una acción riesgosa,
siempre está el riesgo del error
y el peligro de dar un paso sin
retorno.

Hay que despejar cualquier duda,
ir a lo seguro, minimizar los riesgos.

Una piedra no decide, ni siquiera
decide ser piedra. Cualquier piedra
-la piedra en el zapato, una piedra en
el camino- es piedra todo el tiempo
con la misma intensidad.

Una piedra no tiene dos caminos
ni puede empedernirse:  es pura
continuidad sin contradicción, es
piedra en todo su volumen.

Los seres animados, tenemos capacidad
de decisión: somos objeto de decisiones
propias y ajenas, correctas e incorrectas
(siempre tenemos dos opciones: movimiento
o reposo, aceptar o rechazar, incorporar o
emitir, entrar o salir, atacar o defender, activos
o pasivos)

El libre albedrío
permite elegir la opción correcta:
libres o esclavos
unidos o dominados
soberanía o dependencia

Podemos decidir...
(o ser decididos: siempre hay dos opciones)

Pero no todos tenemos capacidad
de decisión, aunque tenerla no significa
ser capaz de tomar la opción correcta
(antes bien, los hechos parecen demostrar
lo contrario: predominan las decisiones
desafortunadas, erráticas y precipitadas
-cuando no decididamente desacertadas)

Luego, la capacidad de decisión
no asegura nada; por el contrario,
su sola posesión, si no está acompañada
por algún criterio, trae más problemas
que ventajas.

La experiencia nos enseña
-a través del fracaso, que es el
mejor maestro- a ser cautelosos
ante cualquier posible decisión:

Ser es decidir,
aunque nadie es lo que decide.



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