Ser es decidir,
he oído decir.
Decidir es una
acción riesgosa,
siempre está el
riesgo del error
y el peligro de dar
un paso sin
retorno.
Hay que despejar
cualquier duda,
ir a lo seguro,
minimizar los riesgos.
Una piedra no
decide, ni siquiera
decide ser piedra.
Cualquier piedra
-la piedra en el
zapato, una piedra en
el camino- es
piedra todo el tiempo
con la misma
intensidad.
Una piedra no tiene
dos caminos
ni puede
empedernirse: es pura
continuidad sin
contradicción, es
piedra en todo su
volumen.
Los seres animados,
tenemos capacidad
de decisión: somos
objeto de decisiones
propias y ajenas,
correctas e incorrectas
(siempre tenemos dos
opciones: movimiento
o reposo, aceptar o
rechazar, incorporar o
emitir, entrar o
salir, atacar o defender, activos
o pasivos)
El libre albedrío
permite elegir la
opción correcta:
libres o esclavos
unidos o dominados
soberanía o
dependencia
Podemos decidir...
(o ser decididos:
siempre hay dos opciones)
Pero no todos
tenemos capacidad
de decisión,
aunque tenerla no significa
ser capaz de tomar
la opción correcta
(antes bien, los
hechos parecen demostrar
lo contrario:
predominan las decisiones
desafortunadas,
erráticas y precipitadas
-cuando no
decididamente desacertadas)
Luego, la capacidad
de decisión
no asegura nada;
por el contrario,
su sola posesión, si
no está acompañada
por algún criterio, trae más problemas
que ventajas.
que ventajas.
La experiencia nos
enseña
-a través del
fracaso, que es el
mejor maestro- a ser cautelosos
ante cualquier posible decisión:
ante cualquier posible decisión:
Ser es decidir,
aunque nadie es lo
que decide.
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