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miércoles, 28 de febrero de 2018

Cómplices

(Teodoro Losper)



De la complacencia a la complicidad
hay un paso: o ni eso.

No es complicado ser cómplice,
es más fácil que no ser
y más simple que obtener complicidad.

Nunca faltan oportunidades para acceder
a algún grado de complicidad (establecer,
generar, entablar son algunos de los verbos
compatibles con complicidad)

La complicidad genera oportunidades, es
un recurso humano: todos somos y buscamos
cómplices; necesitamos confiar, y sólo se
puede confiar en un cómplice: La complicidad
genera confianza, compromiso, condiciones
necesarias para la integración social y el
desarrollo de cualquier actividad.
Todos los vínculos humanos sustentables
están fundados en alguna complicidad.


Las asociaciones ilícitas, administraciones
fraudulentas,actos de corrupción, negociados,
malversaciones, vaciamientos, sobrefacturaciones
y toda clase de actividades y movimientos dudosos
son emprendimientos que requieren complicidades.

El emprendedor necesita cómplices, nadie puede
hacer nada sin contar con alguna complicidad.
Una persona influyente, es aquella que dispone
de muchos cómplices, y entre ellos algunos muy
calificados, cómplices conspícuos.

La complicidad y la concupiscencia, son condiciones
naturales para manejarse en las altas esferas.

La capacidad de liderazgo -algo tan apreciado por
los patrocinadores de la ideología impuesta y sus
cómplices ocasionales- no es otra cosa que la
capacidad de obtener cómplices sumisos, aptos
para ser disciplinados: creyentes que obedezcan y
se entreguen -la complicidad puede ser tanto activa
como pasiva-

El discurso oficial, busca la complicidad de la opinión
pública, una entelequia: un sujeto dudoso, si los hay,
que vino a reemplazar a otro, el pueblo -éste, sería el
conjunto de todos los pobladores, los que pueblan, los
habitantes de un lugar- La voluntad popular no existe,
en tanto no existen sociedades donde todos quieran
lo mismo; por el contrario, hay intereses antagónicos.
No se puede gobernar para todos, ni gestionar, ni
administrar. Tampoco se puede gobernar para las
mayorías, sin caer en el populismo, algo que las
minorías no suelen tolerar -se apropiaron de este
término para convertirlo, con la complicidad de
muchos que no pertenecen a esas minorías, en
sinónimo de corrupción, demagogia y otras
prácticas condenables-

Hay una sola y única opción: gobernar -o gestionar
o administrar- para una minoría, obteniendo la
complicidad de una parte de la mayoría.

Sí, se puede: hay recursos disponibles para el
desarrollo de este emprendimiento con cierto éxito.

El éxito en la sustitución del sujeto “pueblo” por
“opinión pública” responde, como el éxito en la
sustitución de exportaciones, a esta necesidad:

El pueblo, masa humana, conjunto de cuerpos con
sentimientos y deseos humanos, difiere de la opinión
pública: cifras que se miden, resultado de encuestas
que pueden ser manipuladas -como los sentimientos
populares- Basta con saber generar las complicidades
necesarias.

El arte de obtener complicidad está asociado, en su
desarrollo histórico, tanto a cuestiones culturales
como a intereses, pero por sobre todo a la necesidad
expansiva de la corrupción como la expresión más
propia de la naturaleza humana.

La política, es el arte de generar complicidades.
En las democracias modernas, conviven distintos
partidos que dividen su representación parlamentaria
según la cantidad de votos obtenidos. Suelen alternarse
en el poder: mientras uno gobierna, los otros son
o cómplices o enemigos. Pero todo enemigo puede
evolucionar a cómplice.

Todos somos cómplices, reales o potenciales, sólo
que algunos no han tenido la ocasión (pero las
autoridades se muestran optimistas de cara al futuro:
estamos trabajando para que haya oportunidades para
todos)


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