(Teodoro Losper)
De la complacencia a
la complicidad
hay un paso: o ni
eso.
No es complicado ser
cómplice,
es más fácil que
no ser
y más simple que
obtener complicidad.
Nunca faltan
oportunidades para acceder
a algún grado de
complicidad (establecer,
generar, entablar
son algunos de los verbos
compatibles con
complicidad)
La complicidad
genera oportunidades, es
un recurso humano:
todos somos y buscamos
cómplices;
necesitamos confiar, y sólo se
puede confiar en un
cómplice: La complicidad
genera confianza,
compromiso, condiciones
necesarias para la
integración social y el
desarrollo de
cualquier actividad.
Todos los vínculos
humanos sustentables
están fundados en
alguna complicidad.
Las asociaciones
ilícitas, administraciones
fraudulentas,actos
de corrupción, negociados,
malversaciones,
vaciamientos, sobrefacturaciones
y toda clase de
actividades y movimientos dudosos
son emprendimientos
que requieren complicidades.
El emprendedor
necesita cómplices, nadie puede
hacer nada sin
contar con alguna complicidad.
Una persona
influyente, es aquella que dispone
de muchos cómplices,
y entre ellos algunos muy
calificados,
cómplices conspícuos.
La complicidad y la
concupiscencia, son condiciones
naturales para
manejarse en las altas esferas.
La capacidad de
liderazgo -algo tan apreciado por
los patrocinadores
de la ideología impuesta y sus
cómplices
ocasionales- no es otra cosa que la
capacidad de obtener
cómplices sumisos, aptos
para ser
disciplinados: creyentes que obedezcan y
se entreguen -la
complicidad puede ser tanto activa
como pasiva-
El discurso oficial,
busca la complicidad de la opinión
pública, una
entelequia: un sujeto dudoso, si los hay,
que vino a
reemplazar a otro, el pueblo -éste, sería el
conjunto de todos
los pobladores, los que pueblan, los
habitantes de un
lugar- La voluntad popular no existe,
en tanto no existen
sociedades donde todos quieran
lo mismo; por el
contrario, hay intereses antagónicos.
No se puede gobernar
para todos, ni gestionar, ni
administrar.
Tampoco se puede gobernar para las
mayorías, sin caer
en el populismo, algo que las
minorías no suelen
tolerar -se apropiaron de este
término para
convertirlo, con la complicidad de
muchos que no
pertenecen a esas minorías, en
sinónimo de
corrupción, demagogia y otras
prácticas
condenables-
Hay una sola y única
opción: gobernar -o gestionar
o administrar- para
una minoría, obteniendo la
complicidad de una
parte de la mayoría.
Sí, se puede: hay
recursos disponibles para el
desarrollo de este
emprendimiento con cierto éxito.
El éxito en la
sustitución del sujeto “pueblo” por
“opinión pública”
responde, como el éxito en la
sustitución de
exportaciones, a esta necesidad:
El pueblo, masa
humana, conjunto de cuerpos con
sentimientos y
deseos humanos, difiere de la opinión
pública: cifras que
se miden, resultado de encuestas
que pueden ser
manipuladas -como los sentimientos
populares- Basta
con saber generar las complicidades
necesarias.
El arte de obtener
complicidad está asociado, en su
desarrollo
histórico, tanto a cuestiones culturales
como a intereses,
pero por sobre todo a la necesidad
expansiva de la
corrupción como la expresión más
propia de la
naturaleza humana.
La política, es el
arte de generar complicidades.
En las democracias
modernas, conviven distintos
partidos que dividen
su representación parlamentaria
según la cantidad
de votos obtenidos. Suelen alternarse
en el poder:
mientras uno gobierna, los otros son
o cómplices o
enemigos. Pero todo enemigo puede
evolucionar a
cómplice.
Todos somos
cómplices, reales o potenciales, sólo
que algunos no han
tenido la ocasión (pero las
autoridades se
muestran optimistas de cara al futuro:
estamos trabajando
para que haya oportunidades para
todos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario