(Carlos Inquilino)
Legítimos epígonos
deponen sus virtudes
errátiles y estériles
Lo que une los cuerpos
no es el amor: es más fuerte
y amorfo.
Vuelvo al hábito y me uno
a la oración armada más abajo
encadenado a un lirio
submúltiplo de dios
que enbuenahora se ciñera
al cuerpo del poema, o a
la molécula legítima de barro
primordial, o al Cisne
de Cisneros
Pero para ser sincero
las leyes
son para el que las leyó
¿quién oyó? ¿quién osó
reconvertir el ojo del Amo
en órbitas concéntricas de
carne cadavérica de alta gama?
El destino evoluciona
sin prisa ni motivo,
abraza alguna causa mientras puedas:
todas sirven, y todas se degradan.
Ninguna es del todo justa ni injusta.
La justicia es pura aspiración:
Las aspiraciones humanas no son puras,
pero aspirar es sano y es legítimo.
Quien no tiene aspiraciones, nada puede
esperar. ¿Qué esperás para aspirar?
Sobran aspirantes, aunque hay mucha
aspiración dudosa. Y claro, uno aspira
a otra cosa.
Ningún cuerpo es lo que aspira
o incorpora.
La única aspiración imperfectible
o sana es la divina, que aún no
conocemos y osana más allá
de nuestros verbos.
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