(Abel A. Borda)
Sábanas sanas osanaban
en el lecho
del Río
Sábanas vanas
¿Osanan porque sí?
¡Oh sábanas!
¿Osanan para sí?
Vanas sábanas que osaban y sanaban
al azar al osanar
¡Oh sílabas que hilvanan
lo vano y lo inconsútil
sinsabores a saber, protejen
el tejido líquido y disperso, laico
lacio y éjido.
Fluye la sed
mientras licuamos el pasivo
de los cuerpos sedentarios
fieles y paganos
en solidaria ofrenda: sólo sal
(tu sal, mi sal, neutra sal nuestra)
¡Oh sábanas que osaban osanar!
¿osanaban como cuerpos que despuntan
sobre la savia derramada
en sabias sábanas?
¿el amor sana? ¿la salvia salva?
¿La salvedad anula aquel error
que fecundó la fe?
¿hay pruebas?
¿o sólo salmos en salmuera?
Sodio de dios, mis sales adoptivas
o nativas, extensiones divinas:
Solo dios nos dio el odio y el sodio
el sonido y el oído absoluto.
La parábola de la Sal
Que muera lo que tenga que morir,
dijo una voz popular
Hay otras sábanas posibles,
palpitan como cuerpos palpables
y sondables.
La verdad no ofrenda ni teme,
ni fructifica en verbos
sanadores.
No pontifiques tus excesos
ni verifiques este axioma
en función del éxito
del gusano sano
en el exilio.
No hay emigrantes ilegales
ni enriquecimiento lícito.
Osana en la pregunta sin destino
mientras observas tu musculatura
lisa deslizarse entre los pliegues
de la sábana desierta.
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