(Vicente Narioh)
Doblegada la duda
en tiempo y forma, queda
el apego a la experiencia
previa: en vísperas de dudas
nuevas, consumimos
nuevas, consumimos
Consumimos experiencia
deseada e indeseada: la vida
-la consistencia deseada nunca
dura- no presupone ni requiere
una conciencia del consumo
Más sin necesidad no hay consumo
ni deseo. Es poco lo que puede
obtenerse del deseo: hay dudas,
decepción, desasosiego...
Algunos se mantienen a resguardo
aferrándose a la fe, amparados en la
sumisión a dudosas divinidades, u
observando las prescripciones del
asceta: “no desear en lo posible,
nada
que deba obtenerse”
Se sabe: sin siembra no hay cosecha,
sin duda, sembrar dudas es un arte:
el arte nunca es un cultivo seguro -el
arte verdadero es tributario de la
duda:
arte es tensión, es riesgo, nunca
condición
segura.
Los sistemas de riesgo y aventura
radican en el conocimiento estricto
de unas formas dudosas: el artista
crea formas, aún desde experiencias
cuestionables.
(El objeto de arte nos inquieta,
interrumpe
el continuo fluir de los sentidos en la
percepción consciente e inconsciente,
los
pone en duda haciéndonos dudar: nada
es
lo que parece.)
El objeto del arte no es complacer,
gustar,
buscar complicidades ó adhesiones,
sino
objetar, reflejar, contradecir.
Pero sabemos: Sin deseo no hay arte,
la sublimación torna en objeto de
consumo
al deseo más inconfesable...
Hay artistas y artesanos, pero no hay
un arte sano: los sanos aceptan la
realidad
tal como es -ó como creen que es- No
necesitan
agregar ó cambiar, ni inventar otra.
Quien se encuentra cómodo, conforme
con lo que
lo rodea y consigo mismo, no hace
arte, ni suele
hacer nada que valga la pena: no
necesita expresar
ninguna disidencia, no necesita decirle
nada al mundo.
La necesidad de hacer arte es necesidad
artificial.
Todo lo artificial, existe desde la
condición negativa:
Negar lo natural.
Artefactos y artificios a los que
recurrimos en la
vida cotidiana, proceden del vínculo
negativo
entre el hombre y la naturaleza:
En condiciones naturales, el hombre
necesita
superar las condiciones naturales, y
las combate
con mayor ó menor violencia.
El sujeto viene a contradecir (el
sujeto es una
construcción artificial él mismo,
para construir
su mundo artificial debe destruir el
natural)
Hay artefactos, artificios y
artilugios.
El artificio más logrado, el artificio
por antonomasia,
y el artefacto más perfecto que pudo
idear el hombre
para erigirse en amo de la naturaleza,
es dios:
Único autor de toda la creación, la
naturaleza es su
obra, y el hombre su criatura superior:
todo lo que
hay sobre la tierra, debajo de la
tierra, bajo el agua
ó en el aire, está allí sólo para
satisfacer necesidades,
deseos y caprichos humanos.
Un dios que no se ve, pero ha dicho lo
que tenía que
decir de una vez y para siempre: le ha
enseñado a
discernir el bien y el mal y sus
múltiples usos y
posibilidades de desarrollo.
Un dios que le hubo dicho:
Mata y come; ordeña y bebe;
destruye, desmenuza
y sírvete: todo lo que vive sólo
está para satisfacer
tu apetito, todo cuánto crece ó se
mueve está destinado
a tu metabolismo superior.
Para despejar cualquier duda sobre
nuestra
condición superior, el Señor nos
hace saber
que estamos hechos a su imagen
semejanza.
El otro artificio, que junto a la
aprobación divina
permitió que el hombre dispusiera a su
antojo
y se apropiara de todo cuanto existe,
es el lenguaje, por medio del cual se
accede
a la palabra divina -propiedad- y
a los títulos de
propiedad, así como permite al hombre conocer la
voluntad de su dios, sus leyes y sus mandamientos:
propiedad, así como permite al hombre conocer la
voluntad de su dios, sus leyes y sus mandamientos:
“En un principio fue el verbo”
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