(Valdemar Claramonte)
El poema debe mantenerse ajeno
a todo lo que pasa afuera del poema.
Eso va a pasar, de un modo u otro,
sin que pueda evitarse o alterarse:
Hay que evitar que afecte al poema
y lo degrade, como suele ocurrir.
La degradación orgánica del mundo
sensible, se reproduce en todos los
ámbitos que conforman la realidad:
Sus efectos, o síntomas se advierten
en forma significativa en el uso de
la palabra y las relaciones entabladas
entre ellas, sometidas a una constante
degradación, impuesta por la presencia
de significantes cada vez más dudosos.
El poema, debe abstraerse y resistir,
con sus propios medios, las tentaciones
que la realidad le ofrece como estímulos
para captarlo, neutralizarlo y reducirlo
a otra cosa, distinta del poema.
Debe permanecer ajeno, observando la
realidad de esa contaminación, sin
contaminarse, y sin siquiera hablar de
la contaminación.
No debe, el poema, tomar partido por una
u otra expresión de esa realidad tóxica,
con sus distintos grados de contaminación:
Sólo sabiendo permanecer ajeno, evitará
convertirse en otro objeto degradable.
Ajeno a todo lo que pasa, el poema resiste,
asume que está solo y sólo puede confiar
en sus propios recursos para mantener su
condición, sin que nada lo degrade.
Ésto también va a pasar.
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