(Remigio Remington)
En la sala de espera, uno espera,
todos esperan; una condición aceptada
por propios y extraños:
Pacientes, consultantes, visitantes y
asiduos frecuentadores de salas de espera.
Hay que saber esperar, y respetar el orden
de llegada y del azar: algunos tienen suerte
y esperan menos…
Pero la suerte está echada, siempre hay
algunos más favorecidos y siempre hay
algo que esperar: esperamos que cambie
la suerte.
Hay un tiempo destinado a esperar.
Cuando no hay nada que esperar, se
espera la muerte: Aunque mientras hay
vida hay esperanza.
En la sala de espera, los que esperan
no se conocen (ni lo esperan). Se saluda
por educación, a personas que acaso
nunca se vuelva a ver.
Después de entrar y saludar, guardamos un
silencio cómplice: sabemos que todos
esperamos lo mismo, el momento en que una
voz nos haga saber que terminó nuestra
espera.
Que pase el subsiguiente…
Perdón, pero antes de pasar quisiera preguntar:
¿Hay algún motivo que explique por qué,
después de haber repetido desde hace más de
una hora la misma fórmula, y habiendo visto
pasar a todos los siguientes precedentes, ahora
cambia a subsiguiente?
No voy a responder esa pregunta. No estoy acá
para dar explicaciones, sólo hago mi trabajo, y
no tengo por qué aceptar que alguien que está
de paso, un subordinado como Ud. me diga
cómo hacerlo. Todos estamos sujetos a cambios.
Si es su turno, pase.
No quiero interferir en su trabajo, voy a pasar.
Sólo pretendo saber por qué, después de haber
esperado con paciencia que pasaran todos los
pacientes que me antecedieron, al llegar a mi
decide agregar ese prefijo, de signo negativo:
sub, algo que está por debajo, algo que pude
interpretarse como discriminatorio…
Vea, si quiere, le puedo cambiar el turno…
Pero si subsiste con ésto, voy a hacer pasar
al siguiente.