(Tomás Mercante)
La sana ambición
siempre llega a destino
(siempre o nunca, son opciones
intercambiables, adverbios funcionales
al orden temporal)
La sana ambición
nunca llega a destino
(Al orden sintáctico no le interesa
que llegue o que no, ni le interesa
el destino. No tiene ambiciones)
Una ambición ambigua
puede terminar en un destino incierto.
Estamos destinados a observar
algún orden, si queremos acceder
a un destino.
Observar, obedecer, repetir:
los pasos para la producción de sentido
que animan la vida de cualquier mortal,
con o sin ambición reproductiva.
Obediencia sintáctica y energía genérica
(la energía debe servir a un orden, para
no dilapidarse: energía sin ética y orden
sintáctico)
II
¿Cómo saber que esta ambición es sana?
Hay dos vías: Una, por el sentido
del movimiento aspiracional. La ambición,
como es sabido, descansa en la musculatura
lisa y evoluciona hacia la flora neuronal
(otro movimiento involuntario)
La utilidad del movimiento acéfalo
es su propio goce: El goce, es ajeno
a los signos que producen sentido.
Es ajeno a la voluntad de contagio
del significante que nos ocupa (todo cuerpo
es un significante)
El goce es ajeno por antonomasia
¿conocemos todos los antónimos?
Quien goza enajenando, acaba aislado
y solo o viceversa: no puede completar
el ciclo, ni reciclar su propia ambigüedad
intrínseca y endógama.
Quien solo goza en o de un sentido,
no busca otros y permanece ajeno al
deseo del Otro, y del otrO.
La ambición, expresa una falta.
La falta sólo pide obediencia.
Obedecer no es un problema,
el problema es no saber que se obedece,
ni saber qué se obedece.
III
Claro como el agua:
El agua, constitutiva de todo ser vivo,
es un compuesto, como el aire.
El fluído elemental, no es un elemento,
son dos ¡Ohh!
El agua es ambigua,
la ambigüedad fluye y constituye.
Todo lo compuesto es ambiguo:
ambiguo es el sujeto todo.
Su pura ambigüedad le hace fluctuar,
fluir, desear, ambicionar…
Sólo puede obedecer.
Es sano saber obedecer, en cierta medida,
esos verbos. Medir es sano, preserva al
compuesto de la ambición desmedida, que
rebasa el límite de lo sano. Los límites son
sanos, conocer y reconocer los propios, es
propio del sujeto sano. Tanto como tener
aspiraciones: No es sano vivir sin aspirar.
Hay mucho por aspirar, el espacio de las
aspiraciones es tan diverso como ambiguo
y viceversa.
IV
Todos podemos aspirar a todo,
somos libres de emitir cualquier aspiración,
dentro de los límites que ofrece la propia
subjetividad, observar su comportamiento
y hasta trabajar por ella en casos extremos.
El problema, son las aspiraciones desmedidas,
una fuente de conflicto para el sujeto sano, bien
compuesto y tramitado: O son de imposible
realización, o algo peor: que hacerlo implique
el perjuicio de otres (Aunque el aspirante, en su
condición de sujete -nótese el uso del lenguaje
inclusivo para resaltar su esencia ambigua- pueda
encontrar los medios para justificarse, y hasta ser
reconocido -incluso por sus víctimas aspiracionales)
El sujeto sano sabe reconocer sus límites, no aspira
ni desea más de lo posible. Sabe limitarse y compartir
sus limitaciones, contribuyendo así a la evolución
común -una evolución limitada-
Conoce que es tan vano abrazar causas perdidas,
como sostener ambiciones desmedidas.
Entre éstas, hay una que sobrepasa todo límite
sensato y constituye uno de los desvíos y desvaríos
más vanos que puede producir la conciencia del
aspirante ambiguo:
Aspirar a la unidad.
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