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martes, 7 de diciembre de 2021

El onanista enamorado

 

(Horacio Ruminal)

 

Hay especies hermafroditas, como el caracol,
que pueden adoptar indistintamente uno u otro
papel en el amor, o en el comercio sexual para
aquellos que entienden  que el amor es otra cosa,
y algo exclusivo del animal humano, una especie
superior.

¿Qué sabemos del amor?

No se puede ser objetivo en el amor.
El amor supremo, que inspiró a Coltrane en los
últimos destellos de su saxo, era ajeno al sexo y a
la carne.
Hay diversas formas de amor, pero para cualquier
creyente el amor por antonomasia, el amor de tu
vida y la de cualquier contribuyente sin distinción
de raza, credo, clase social o pertenencia política,
el amor remite al deseo, que se consuma en el sexo.

Los cuerpos se unen, se funden, se confunden, se
entregan, se poseen, se disponen y quien sabe
cuantos verbos más podrían concurrir a representar
el acto supremo del comercio carnal con dicho
sentimiento.

II
¿Somos superiores?

La cópula entre caracoles/as puede durar muchas
horas, para envidia de tanto libidinoso sexópata
que pulula entre nosotres.  ¿Cómo harían para
mantener sus erecciones, esos cuerpos elementales
hechos de pura agua?

No importa, es una mera cuestión biológica. Pero
el amor…
¿Quién puede pensar en un caracol enamorade?

No, no es amor, sólo se excitan respondiendo al
llamado de la carne, o del agua, o lo que sea:  es
sólo un mandato biológico.

El caracol enamorado no es posible, ante todo
porque no piensa. El amor es un sentimiento que
se arma en el intelecto, a partir de ciertos estímulos.
Para pensar en el amor, primero hay que poder pensar:

Pienso, luego amo.  No sé, lo voy a pensar…


III
Pero dejando de lado al caracol, que bastante tiene
con sus actividades esenciales (el sexo y la producción
de baba), no todo es intercambio en el amor:
Hay especies hermafroditas, capaces de auto reproducirse.
No necesitan  a otro, otra, otre; ni necesitan levantar la
autoestima para resultar deseables a otros ojos.
Cultivan el amor propio hasta sus últimas
consecuencias.
Quien sea capaz de desearse a sí mismo, tiene poco
por resolver en esta vida signada por el intercambio
(Claro, siempre que sea correspondido)

Faltaría agregar, que se ahorran el trámite de la
seducción, una práctica bastante difundida en la
Naturaleza: Algunos desarrollan movimientos
complejos en danzas ceremoniales, otros despliegan
sus colores o emiten cantos específicos, y están
aquellos que hacen gala de su destreza y poder
batiéndose con sus competidores. Lo animales humanos
solemos hacer todo eso y algunas otras cosas más
ridículas para conquistar al objeto de nuestro deseo.

Estas criaturas no, no necesitan conquistar ni ser
conquistadas:  el sujeto contiene a su propio objeto,
o viceversa, basta desear para obtener satisfacción, sin
intermediarios.

Puede parecer algo indeseable para nuestra naturaleza
superior, signada por el intercambio  (de fluídos, objetos,
palabras, mercancías, valores), la competencia y el amor
al prójimo.


IV
Aceptamos y practicamos el sexo sin amor, y la libre
práctica de todas las opciones posibles del sexo
consentido.  Pero hay un sentido más difícil de aceptar:
La negación de la dependencia.
Ser es depender, desde el metabolismo hasta el amor;
desde la configuración genética heredada hasta la
condición histórica del sujeto y sus formas de acceder
al goce.  El ser social, siempre dependió: Nació de la
aceptación de la dependencia y sabe que depende y
siempre dependerá de otros, aunque pueda gozar de
algunas libertades en su intimidad inapropiable, como
elegir los medios para obtener su goce, con quien
tramitarlo, producirlo o ¿compartirlo?

¿Se puede compartir? ¿es social, el goce?
La percepción del goce del otro, puede estimular
el propio, pero ¿compartimos el goce, o sólo una
actividad que lleva a él, en la que el otro es sólo
un medio para obtenerlo?


V
“Nunca amamos a nadie. Amamos, tan solo, a la idea
que nos hacemos de alguien. Es a un concepto nuestro
-en suma, a nosotros mismos- a lo que amamos.

En el amor sexual, buscamos un placer nuestro dado
por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor no
sexual, buscamos un placer dado por intermedio de una   
idea nuestra.

El onanista es abyecto, pero, en exacta verdad, es la
perfecta expresión lógica del amante. Es el único que
no disimula ni se engaña”

           Fernando Pessoa  (Libro del desasosiego)


VI
La poesía, puede a veces revelar aquello que desde
otras disciplinas del conocimiento permanece en la
oscuridad.

El onanista es abyecto…

Como esos organismos hermafroditas y autosuficientes,
no depende, más allá de su fantasía. Se autosatisface, se
autoexcluye del mercado sexual y sus condiciones que,
según las circunstancias, pueden resultar arbitrarias:  No
todos gozamos de las mismas oportunidades.

¿No se enamora?

Sí, acaso más que cualquier mortal, según expertos en
esta disciplina: la intensidad excesiva de su deseo, eleva
al objeto a un lugar sin esperanzas de ser alcanzado por
un abyecto como él.
Es, en esencia, un idealista que aspira a la perfección.
No toleraría la decepción, y sabe que ninguna relación
es perfecta.


Pero esos seres hermafroditas y autosuficientes, no nos
resultan abyectos, sino algo extraño y curioso.
¿Por qué?


1) Porque están fuera de nuestro orden, no pertenecen a
    nuestra especie.
2) Porque pueden reproducirse y cumplir con el mandato
    biológico y las leyes naturales. Cumplen, a su modo,
    con su deber de preservar la especie: Producen nuevos
    individuos.

El onanista no produce nada, más allá de su propio goce,
siempre sospechoso  (El goce, es un señuelo, un artificio
biológico para favorecer la reproducción y perpetuar las
especies que gozan)  y sin una función social ni biológica.



VII
¿Somos superiores, respecto de los autosuficientes?
Sí, para la biología, la reproducción entre dos
redunda en ventaja evolutiva, por el intercambio de
material genético.  La reproducción unimembre, solo
replica la información exacta del amante autónomo.
La selección natural, queda reducida a los cambios
adaptativos que incorpora la experiencia individual.

Es decir, que al cabo de miles o millones de años, la
evolución registrada será casi nula.

Nuestra naturaleza superior, producto del intercambio,
sucesivas adaptaciones selectivas, junto al comercio
genético, operó el sentido evolutivo en nuestra breve
pero agitada historia filogénica y ontogénica, dotándonos
de los medios para modificar la realidad, la Naturaleza
(y a su vez, ser modificados por los cambios que
producimos) trascendiendo el Orden Natural a partir
de la conquista de la conciencia, el acceso al Orden
Simbólico, el desarrollo del pensamiento abstracto y
la producción de conocimiento.


VIII
Pareciera ocioso, desde el estado evolutivo alcanzado,
cada vez más provisorio, preguntarse si somos superiores:

Mientras estas criaturas elementales se replican a sí
mismas, obteniendo siempre el mismo resultado,
nosotros, como vanguardia evolutiva del mundo sensible,
construimos civilizaciones altamente desarrolladas y
disponemos del conocimiento y recursos tecnológicos
que nos permiten saborear el éxito de la clonación
humana.  

Nuestros clones, serán capaces de verificar hasta que
punto el onanista es abyecto, sin duda.

Y todo gracias al amor, como cantaba el rey. 




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