(Ricardo Mansoler)
Concentrarse en una palabra
es tan difícil, como
concentrarse en pensar sin palabras.
Yo fracasé, en una palabra.
Pero el sustantivo fracaso, es sólo
una palabra, como animal,
y sirve a otras como el verbo fracasar.
Los animales no suelen fracasar,
no saben, no fracasan
ni conjugan verbos como ser, fracasar,
reconocer.
Son ajenos a la utilidad del verbo
fracasar (el fracaso es el mejor maestro,
sólo se aprende del fracaso…)
No perciben, no sienten que fracasen, ni
son capaces de capitalizar el fracaso.
Repiten experiencias de un modo natural,
sin producir evolución que valga la pena.
Son ajenos a las propiedades y servicios
de los verbos, e incapaces de gozar
del fracaso ajeno.
Bebo mi ajenjo, me concentro…
Las palabras son signos, abstracciones,
si nos abstraemos de ellas
queda la sensación, el instinto, los sentidos
como único argumento de la vida:
el animal desnudo
Pero los animales no piensan, pensamos.
No pueden abstraerse de su condición
animal, que acaso no merezcan superar.
No piensan: tal vez sepan, no sabemos,
que si lo intentan pueden fracasar.
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