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lunes, 10 de mayo de 2021

El sentido experimental (27)

 

 

(Luis Espejo)

 




Creo en el ensayo y el error.
Creo en el error no forzado
y en la falta sistemática
como experiencia superadora.

Creo en la fortaleza que procede
de la acumulación histórica
de experiencia.

Creo en la sistematización
de la acción.

Todo sistema se sostiene
en la repetición, podemos repetir.

Hay que armarse una rutina
que pueda ser reproducida libremente.

Me peino,
después del baño matinal.

Repito:

me peino siempre igual.

Me miro al espejo:

La experiencia es un peine.

Me miro:   me identifico
pero no me reconozco.

Reconozco mi peine:  es éste,
puedo reconocer. El mismo peine,
el mismo espejo, dispuestos a
la práctica de rutina:   reproducir
el mismo peinado ya adquirido
y aceptado como experiencia
repetible y reproducible.

Ensayo y error:
El peinado no está logrado, puedo
reconocer y repetir el error
al infinito…

(No, me reconozco finito, no puedo
aspirar a repetir ese número, pero
puedo establecer una cantidad
y repetir: catorce)

La experiencia es un peine
al alcance del miembro,
de cualquier miembro, en sentido
genérico, capaz de manipular
el objeto-peine.

Me identifico pero no me reconozco.
Comparto pero no acepto:

Miro mi peine, me miro mirarlo en
el espejo.  Evalúo la situación:
el peine es exacto, está intacto, con
todos sus dientes en su sitio…
Se mantiene idéntico a sí mismo
a pesar del tiempo.

Reinicio mi peinado,
rectifico esa raya vacilante, corrijo:
reemplazo y anulo, hasta obtener
mi propio reconocimiento.

Con una mirada aprobatoria
del espejo, concluyo el ensayo
tantas veces repetido.

El poema no va a mover un dedo.
Al poema no se le mueve un pelo,
ni se despeina el poema, verifico,
ante el ensayo de una mueca vacilante
que el espejo reproduce:

El poema es un ensayo, se puede repetir:

La experiencia es un peine
-sentenció el filósofo-

Uno se peina en un sentido,
gracias al peine me siento peinado
en un sentido determinado.

Me autopercibo en el sentido
que verifico en el espejo:
Soy yo, Luis Espejo, peinado
con sentido y en pleno uso de sus
facultades especulativas.

Siempre es bueno tributar a un sentido
aún cuando sea perfectible:  

Soy el que peina
Soy el peinado

Peina tu metáfora
con cuidado y esmero y,
de ser posible, con pasión.

Hay un sentido en el peinar,
en el peinado escogido como sentido
y en la fidelidad debida a ese
peinado dado que se desea repetir.

Hay un sentido en la acción de peinar,
en la palabra peinarse, en el verbo
que torna en adjetivo al concluir
la acción del sujeto peinable.

Complace frecuentar ese sentido
que se reproduce como mecánica:
Restablecer el orden
como último deseo.

El sentido provée orden:
el peinado puso orden,
sentido y peinado,
dos participios pasados
tributando al nuevo orden.

Peinamos el sentido.

El Orden hace posible
la repetición metódica y sistemática
y la ilusión de evolución por
repetición.

Repetimos la metáfora divina:

La experiencia es un peine
-reproducción parcial-

Podemos compartir:

Si hay algo que no se comparte
es el peine.


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