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lunes, 16 de agosto de 2021

Un poema de aire

 

(Epifanio Weber)

 

Yo tengo tantas hormonas
que no las puedo contar
solía escribir con su dedo gordo
en el aire un portador sano.

El aire no engorda
como el ojo del amo,
pero está infestado
de aspiraciones truncas.

El aire es buen conductor,
pero está lleno de ventosidades.

Escribir en el aire
minimiza los riesgos del poema:
a las palabras, como sabemos,
se las lleva el viento, gracias
a la sabiduría popular.

Hay feromonas, serotonina,
adrenalina, dopamina
y alguna otra que se me escapa
por la falta de esa hormona que
ahora no recuerdo.

¡Cantemos a las hormonas,
a la producción de hormonas libres
y a la liberación  
de las fuerzas productivas!

Yo tengo tantas hormonas
que no las puedo contar,
solía escribir con su dedo
gordo en el aire un portador sano,
un servidor asintomático
a ultranza.

Escribir en el aire
es una decisión de baja calidad
leí en un instructivo de liderazgo,
autoayuda y superación permanente.

Yo probé escribir en el aire,
tengo varios volúmenes, pero
lo descarté:  resulta bastante fatigoso
a la hora de corregir.

Soplan nuevos vientos
entre las palabras, ellas se llevan
bien con el viento; como el benteveo.

El viento es aire en movimiento,
como las palabras que se lleva
y las que rechaza, que no son pocas.

No llevo la cuenta:  tengo tantas
hormonas que no necesito contar
con palabras.

A la hora de ahorrar, prefiero ahorrar
palabras. Las hormonas no cuentan
ni necesitan.

No, no hacen falta muchas palabras
para escribir un poema incalculable
de aire, y salir airoso.

Pero el aire está enviciado,
es cada vez más raro
ver aire sin enrarecerse.
 


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