(Asensio Escalante)
“No hablan las paredes
ni murmuran los muros”
(Anónimo, S. IX)
Escribo mejor frente a una pared,
dijo el ciego.
Las paredes amparan.
Las paredes separan,
reparan y contienen.
Me siento cuidado y contenido,
por no decir protegido: Nada nos
protege de la memoria.
Las paredes no tienen memoria,
sean pares o impares, no tienen
nada que olvidar.
Ninguna sabe cuantas manos
fueron necesarias para levantarla,
ni cuantas lo serán para derribarla.
Ni saben cuantas manos de pintura
recibieron en su historia objetiva
y vertical.
No saben de arena ni de cal,
ni de ladrillo hueco o ahuecable.
No evocan el revoque fino, ni la
afinidad perdida en el tiempo.
No saben lo que contienen, ni
lo que supieron contener.
No saben lo que callan, pero callan:
son reservadas.
No necesitan confiar en sus pares
para descansar de sí mismas y aliviar
el peso de la gravedad histórica.
Su condición vertical es ahistórica,
no sufre alteraciones, ni las goza.
Por el contrario, yo sólo puedo hacer
memoria, un exceso que permite la
metáfora: la memoria ya existe,
está hecha de distintos materiales
-no muy nobles- pero sigue en obra:
Siempre faltan detalles de terminación.
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