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martes, 15 de agosto de 2023

Coplas de reconocimiento a la función verbal

 

(Olegario Saldívar)

 

Somos afortunados, Medardo,

sólo que no tenemos conciencia

de todo cuanto nos es dado.


Bastaría detenerse en un verbo

como éste y observarlo emanar

y declinar en todas sus funciones.


Para ser justos, habría que dar

gracias a los verbos encarnados

que nos permitieron crecer y

encaramarnos y elevar una oración

proporcional.


No es fácil, somos receptores de

un volumen que nos excede, y

como dadores somos propensos

al exceso:


Damos crédito, prebendas, bendiciones,

asco, miedo, contraseñas y argumentos

dignos de mejores causas.


Damos batalla, motivos de sospecha

y ofrecemos resistencia al movimiento

anómalo y al enemigo reconocido.


Damos vida y muerte, a cada paso

dando argumentos suficientes y

las condolencias del caso.


Ser sujeto es ser dador:

Sólo los sujetos damos y recibimos.


Dado un sujeto, no puede no dar.

¿Qué otra cosa puede dar sin ser sujeto?


¿Somos lo que damos?

¿O el saldo entre entradas y salidas?


Yo dí, doy, me doy, dime:

¿Por qué no hubiera dádome?


El dador nativo no se mide, da

y ahí se reconoce: cobra conciencia

de las necesidades dadas que se

expresan en el verbo dar.


(Algunos se reconocen más en el

verbo tomar)


En ambos casos, el sujeto se reconoce

funcional al intercambio, que es propio

de la carne.


Carne y Verbo se complementan, en un

sentido dado, para que todo fluya como

era de esperar y podamos comerciar

como Dios manda.


Somos afortunados, Medardo.

La carne es débil y perece,

pero el verbo sobrevive

y seguirá encarnando por generaciones.


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