(Aparicio Custom)
El hombre no tiene pico,
pero tiene pala
y un paladar que sería la
envidia de todos:
Pude degustar platos muy elaborados
y digerir casi todo, gracias a la pala
y otros recursos.
Empezó de abajo: Con piedras, palos,
hizo armas, casas, utensilios, fuego.
La necesidad de cavar para enterrarse
y enterrar tesoros le hizo crear la pala.
Palas precarias, que fueron progresando
hasta la pala moderna que hoy todos
disfrutamos.
Paleontólogos, arqueólogos, antropólogos
han podido recabar, que en todas las
culturas de la Historia la pala tenía un
lugar determinante:
Crecimos cavando, y no acabamos de cavar
(los rusos cavaron un pozo que superaba los
13.000 m. de profundidad, superando todo lo
cavado antes: en los tiempos de la Guerra Fría
se competía por todo)
II
Hoy, con la tecnología disponible, se podría
seguir profundizando, pero no hay mayor
interés: Los recursos tecnológicos sólo se
emplean cuando los recursos a obtener lo
justifican.
Cavar por cavar no parece tener sentido
ni arrojar ninguna utilidad. Profundizar
un conocimiento inútil es tan vano como
mirar el horizonte, arrojar una piedra al
vacío o escribir un poema.
Pero la evolución no opacó el brillo
de la pala, ni mermó su valor.
Gracias a ella, el hombre pudo profundizar su
conocimiento de la tierra y descubrir otras
formas de vida subterránea, que son parte
de todo cuanto la Naturaleza tiene para
ofrecernos, como las trufas que enriquecen
nuestros platos y satisfacen los paladares más
exigentes:
Solemos digerir casi todo; nuestro metabolismo
altamente desarrollado podría ser la envidia de
todos los seres vivos (aunque no todos han sido
capaces de desarrollar este sentimiento)
No necesitamos pico, podemos picar de todo
y saborear distintos platos de animales, vegetales,
hongos y condimentar a gusto.
El hombre no tiene pico,
pero tiene pala,
y palabras para cantarle a todo
lo que lo merezca.
(A diferencia de las aves, que pueden integrarse
a un buen plato, pero sólo cantan por cantar,
sin ningún sentido ni utilidad)
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