(Aparicio Custom)
“No le des pescado, dale una
caña y enseñale a pescar”
¿Te suena? Si todos siguiéramos
este consejo ancestral, no sólo se
acabaría el hambre sino que redundaría
en una dieta más sana, a la vez que
estimularía la reproducción de peces
para conservarse como especies.
Es más sano el pescado fresco que
su conserva.
También aumentaría la demanda de
cañas y los fabricantes se verían
obligados a incrementar la producción,
generando nuevas fuentes de trabajo
formal e informal.
Ésto reactivaría la economía:
los productores de anzuelos y carnadas
no darían abasto, sumando inversiones
y generando oportunidades.
Nada viene solo: El movimiento de la
economía daría lugar a nuevas formas
de organización de la producción y
distribución de riqueza.
La vida sería otra cosa, aunque nos veríamos
rodeados de cañas de distinto calibre y
longitud, cada una portando un pescador
sano.
Sin duda, lo aceptaríamos como algo natural,
como tantas cosas ¿O acaso hay algo que no
seamos capaces de naturalizar?
Yo soy optimista, creo que podría funcionar;
de hecho ya lo puse en práctica:
Ayer unos niños se apersonaron a mi casa
preguntando si tenía algo para dar…
Les regalé una vieja caña que tenía por ahí;
no es una caña de pescar, pero es una caña,
sólo hay que adaptarla (tampoco es cuestión
de darles todo servido)
Es una caña bendita, les dije para agregar
valor ¿Quién puede averiguar si es cierto?
Hay mentiras que suman:
No les des
pescado, enseguida se pudre...
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