(Rolando Doorland)
Un éxito justo, aunque parcial,
me asaltó al completar la duda
cuyo desarrollo incubaba una
trascendencia inédita, casi
insospechada.
El cero no fracasó, oí decir a un
justo con reputación de inverosímil
(es difícil ser justo con los justos)
No fracasó, mantiene su valor y
pureza sin esperar nada, con una
humildad que nos es desconocida.
Es ajeno a los usos que le propinamos
y sus derivas: Era un punto de partida,
no de llegada.
La trampa es obra nuestra, su éxito
también: No hay motivo para jactarse
o ufanarse.
La evolución de los sistemas del amor
ahora contradice nuestro amor por lo
binario, este amor binario que siempre
nos acompañó, para bien o para mal.
¿Hay un binarismo disidente?
¿El goce de la crítica multiplica la
natural capacidad de dividirnos?
¿El amor nos divide más que otros
sistemas que supimos desarrollar?
¿Estamos desarrollando todos los géneros
que el Creador concibió para su plan
divino?
¿Es más perfecto un Dios binario que
los que lo precedieron en la evolución
divina?
En un sentido genérico ¿No sería más
perfecto un dios sin género?
¿Uno capaz de generar todos los géneros
posibles?
¿Es inverosímil este desarrollo?
Generar un Dios no lo es menos.
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