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domingo, 25 de diciembre de 2022

Adoramos al fuego

 

(Senecio Loserman)

 

Las deudas del fuego son sagradas,

como las brasas que nos abrazan

hasta las últimas consecuencias.


El fuego no arde ni se quema;

no es materia.


La combustión es adorable y es amable

como cualquier trabajo físico bien

ejecutado.


Los cuerpos somos parte del juego

inevitable, más allá del amor erogado

al consumir.


En el fuego del amor, los morosos

quedan pagando; esperan su oportunidad:

sueñan un mundo amoroso que no se apague.


En mi pago sólo habemos deudos

y velámenes maltrechos, mudos testimonios

de naufragios tan antiguos como el fuego.


Arboladuras vetustas y anacrónicas

nos sirven para alimentar un fuego tibio

y fugaz, como una pasión sin fundamento

que crepita en vano y nos reúne como un

juego de mesa.


Las mesas son un buen combustible,

adoramos la combustión: no hay otra

cosa digna de adorarse, al cabo.


En mi pago sólo habemos desafortunados,

empedernidos perdedores que ambulamos

merodeando un fuego moderado.


Velamos las cenizas de otras cenas

y no hay pena que nos sepa ajena.


Las deudas ilegítimas se heredan

como la combustión de los cuerpos

que ameritan la mora.


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