(Senecio Loserman)
Tarde para elongar,
para contraer la levedad de un signo
que rezonga por el aire.
Tarde para salir airoso de sí mismo
mientras el aire elonga.
Tarde para no aspirar
o emitir aire con el peso vencido
de otras tardes que cayeron:
La tarde cae (no sabemos mucho más)
No se desploma, sólo cae, tenue y
minuciosa como la gravedad que nos
mantiene adheridos al cuerpo del
planeta.
Tarde para levantar sospechas
e incorporarlas al cuerpo de esta causa.
Tarde para estirar lo que queda
del cuerpo de la tarde.
Cualquiera puede ser sospechoso,
tarde o temprano habrá motivos.
Ahora puede que sea tarde
para llegar acá y extender un salvoconducto
que sirva como recibo suficiente de todo lo
que no arde esta tarde.
II
Tardes que se alargan hacia el verano.
Tardes que miran al poniente
mientras pasan los significantes
como cualquier viandante, transeúnte,
practicante o aspirante.
Las aspiraciones pasan de un estado
a otro mientras la tarde elonga.
La tarde late, se dilata en las pupilas
del sospechoso que porta un corazón
autónomo y portátil como éste,
incorporado a la declinación menguante
de la tarde.
La tarde no late: no necesita un corazón
que la delate, pero sus latidos siguen un
ritmo acompasado que podría reproducirse
aquí y ahora, pero es tarde.
Nunca es tarde para repetir:
Las tardes se repiten como secuencias
armónicas. Arma tu armonía, observa
tu armadura de clave y ama tu ritmo,
aunque no sea el que hubieras deseado
y no guarde proporción con nada de
este mundo.
III
Tarde para elongar el cuerpo
del poema ya excedido en tiempo y forma.
Tarde para relajarte y contraer
todos los vicios que circulan
a la redonda en una palabra que no llega,
o llega demasiado tarde.
Cae la tarde,
en cuatro sílabas hay más poesía
que en el cúmulo de cuerpos que
la gravedad sostiene en su caída.
La gravedad no cuenta, sólo cae
como un poema descendente.
La tarde cae, indiferente a los trabajos
de los vivos y los muertos, y a las
obsesiones contraídas por sus almas
únicas y cóncavas.
Algunos cavan, al caer la tarde
para enterrar las penas obtenidas
en el día:
Cada cual es libre de labrar su nicho
y buscar sentido en distinta profundidad.
No hace falta ir muy lejos para no llegar.
IV
Tarde para elongar,
y compartir la soledad del hongo
-el hongo no elonga-
guardado en la memoria.
Tarde para elongar, entre renglones
que descienden hacia un dios
tan sospechoso como vos.
La muerte elonga, mientras la tarde
late: No la desaires ni la desafíes.
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