(Amílcar Ámbanos)
Yo no le canto a la nula
gravedad del cielo abovedado
ni a la célula acrisolada
de la crisálida en celo.
Hay quienes lloran por un pañuelo.
No me conduelo ni me rectifico,
supe nacer en un día de duelo.
Sin desmedro de la luna
y sus pecados naturales
hay flores luminosas en la noche
del desierto (las flores no crecen,
se abren y se cierran y machitan.
Sólo el desierto crece)
Sin desmedro de la luna
y sus aceites esenciales, están los
lubricantes del pecado y satélites
funcionales que algunos reconocen
como paraísos artificiales.
(Error: Si hay un paraíso sólo puede
ser artificial y estaría lleno de adjetivos
artificiales)
II
Hay flores silenciosas que iluminan
la noche del desierto (No se aconseja
salir mucho de noche en el desierto)
Cambiar de verbo en medio del paisaje
no altera la trazabilidad de las frases
lunares.
La luna: un cuerpo blanco y redondo
que circula.
Mucho antes de que cuerpos como éste
entraran en circulación y aún nada
circulara con normalidad, existían
círculos líquidos concéntricos
con centros inestables opuestos entre sí.
Lo cierto es que no sabemos cuan ancho
era el desierto ni cuantos desiertos
se encontraban disponibles.
Ahora es difícil ver vértices naturales
en el desierto. Pero no se descarta, el
desierto está plagado de adjetivos
sustentables como éste, aunque no
ejerzan.
Pueden brillar a sus anchas mientras
nadie los vea, como flores luminosas
que no aplican ni preguntan.
(En el desierto, los adjetivos son tan
inútiles como las preguntas que brillan
por su ausencia: Acentuar alguna de
sus sílabas no altera la función del
desierto, como adjetivo propio)
En el desierto es mejor no salir de noche,
ni en camello ni en coche.
No hay embotellamientos, pero la vuelta
puede ser complicada. Es más seguro
girar al descubierto y mantener la calma
observando sus flores luminosas.
Todos tenemos derecho
a una muerte segura
dentro o fuera del desierto:
Los adjetivos sobrevivirán.
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