(Aquino Lamas)
El verdadero poeta escribe siempre,
en cualquier condición.
No necesita estímulos ni subvenciones
y no piensa en el lector: es ajeno a la
oferta y la demanda, como a todas las
leyes subalternas.
Si algo no espera, es un juicio justo.
Podría ampararse en la justicia poética,
o en la Divina, pero no las encuentra
mucho menos dudosas que las otras.
Suele buscar algún efecto entre las
palabras y sus relaciones íntimas, pero
no cree en la ley de causa efecto:
No es efectista, ni efectiviza lo que
produce para cambiarlo por algo.
No es resultadista, no busca resultados.
Sólo piensa en el poema, en los sentidos
que lo habitan o pretende al disponerlos.
Después lo observará, lo evaluará
y acaso no lo apruebe.
Entonces volverá a escribirlo, tantas veces
como sea necesario o no: al menos hasta
que sea otro, mejor o peor.
El verdadero poeta no abandona su oficio
o arte monótono, sólo abandona poemas,
Escribe siempre que puede, y cuando no
puede está pensando en lo que escribirá
al poder.
Podría escribir mejor, piensa para sí
aunque sabe que escribir no es ningún
poder.
Escribe siempre, sin reparar en las
condiciones del entorno.
Cierta vez, en un café que solía frecuentar
en otros tiempos, encontré a un poeta
conocido. Escribía con fruición cuando
me acerqué a saludarlo.
Estamos inspirados, le dije sin pensar.
-No, hoy no estoy inspirado:
Con inspiración escribe cualquiera.