(Armando Labarrera)
Tus hijos no son tus hijos
ni son tuyos sus sufijos
aunque tengan tus ojos.
La propiedad es otra cosa:
Una cosa es el derecho
y muy otra la propiedad.
De esa relación carnal
y opinable nace el derecho
propio a la reproducción
de cuerpos y sufijos.
Ambos podrían se ajenos
a cualquier hijo de vecino
que no goce.
Para gozar de la propiedad,
mejor que invertir en hijos
es hacer un plazo fijo:
Apostar al rendimiento a futuro
con lo ahorrado al no mantener
hijos ociosos (demoran bastante
en abandonar el ocio nativo)
Pero sin propiedad, el ahorro no
tendría sentido y nuestros hijos
nada que heredar, más que alguna
deficiencia genética.
Lo único seguro, es que antes de
descubrir el goce de la propiedad
y sus derechos, no se gozaba casi
nada y el valor del verbo gozar
era absurdo.
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