(José Luis Greco)
Volvió una noche, lo esperaba,
ya lo había hecho en otro
sueño.
Era él, Fito, mi gato
que partió hace más de un año
al cielo de los gatos.
Yo le hablaba, lo acariciaba, lo
abrazaba y él se dejaba hacer,
con la serenidad de los altos
dioses del planeta solitario
que sólo ellos conocen.
Lo que se ama no muere.
Cuando yo muera, no sé
si alguien más lo seguirá soñando.
Tal vez nos encontremos
en la eternidad del éter,
ese otro sueño.
Donde quiera que esté, él sabe
que fue amado. Acaso no hacía
falta, pero se lo dije al despedirlo:
Con sus últimas fuerzas, me
contestó.
Los gatos viven menos que nosotros,
después hay que extrañarlos.
Se puede adoptar otro, pero no
reemplazarlo.
Es natural sobrevivir a un gato,
aunque la vida no vuelve a ser
la misma.
No sabemos qué es la vida, mientras
seguimos haciendo lo de siempre:
Apurando el tiempo entre un sueño
y otro.
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