(Serafín Cuesta)
Ayer rompí el silencio.
Después me arrepentí
y aunque era tarde
escribí un poema contrafáctico;
Sólo se reconocía idéntico a sí
mismo, pero no lo confesaba;
era anticonfesional por naturaleza
y soportaba con éxito la falta
de referencias.
El silencio, es cierto, no se recupera,
pero ya no me arrepentía:
Hay sentimientos que no tienen futuro
y es inútil pronunciarse contra el tiempo
que todo lo degrada, hasta las mejores
vocaciones.
El poema contrafáctico funciona; tiene
un futuro incierto y lo asume sin fisuras.
No tiene nada que envidiar a sus semejantes
fácticos.
Y no se contradice como los arrepentidos:
Sabe que el futuro es puro silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario