(Cósimo Stancatto)
Hoy fue un día productivo,
puedo afirmar sin merma
de la objetividad más pura
disponible.
Este enunciado es libre
de todos los excesos propios
de la percepción subjetiva.
Fue un día productivo.
Por mi parte, no me jacto:
No produje nada verificable,
lo registro y lo acepto con
naturalidad.
Eso no va en desmedro
de un día tan productivo como éste:
El buen observador, si es objetivo,
no puede permanecer indiferente
a todo lo que ocurre a su alrededor.
Yo percibo el movimiento de toda
la producción humana en curso, y
más que eso:
El día, aunque no fuera hábil
e incluso sin el concurso de la acción
humana es, en sí mismo, un hecho
productivo:
Produce su propio envejecimiento
y hasta su muerte sigue produciéndolo.
Nosotros sólo reproducimos.
Los perezosos prefieren creer que el
tiempo es ilusión, y así justifican su
ocio.
Son incapaces de compartir el goce
de un día productivo, les resulta casi
indiferente: creen que los días son
todos iguales y existen tanto como
la ilusión.
No sé si la ilusión proviene del ocio
excesivo, o es lo inverso.
Mi pensamiento no se mueve ni un
ápice; es refractario a toda ilusión
ajena: Sólo así se accede al pensamiento
propio.
Creo que el error radica en creer
que el ocio debe ser justificado,
lo que impide el goce saludable de
sus propiedades naturales, tanto
como el de contemplar y compartir
el goce de un día productivo.
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