(Aquino Lamas)
¿Cómo no nadar?
Aprender a no nadar es sencillo:
no hay que hacer nada
ni corregir la dirección del agua
o el líquido elegido.
Hay que aceptar la falta
de sustento, la pérdida de peso
corporal e incorporar las otras
gravedades que ofrece la experiencia
sensible, al vínculo fluído entre
distintas formas y estados de materia:
Todos los estados suelen ser tan
provisorios como dudosos.
La división entre líquido, sólido
y gaseoso, no hace más que consolidar
las dudas preexistentes.
2. Olvidar el agua, olvidar el cuerpo
sumergido y su conciencia de materia
en ejercicio: Somos poco más que agua,
y nada seríamos sin ella, el grado cero
de la vida.
El agua iguala las historias, los tejidos
y naufragios, y los deseos que surcaron
los cuerpos sumergidos.
Todo nada sin motivo,
no hay propulsión que contradiga
al agua y a la luna.
El tejido lunar brotó del agua,
no hay tejido sin agua: los tejidos
mueren, el agua no agoniza.
3. No hay que saber nada para aprender
a no nadar, y anonadarse al movimiento
anónimo explayándose en el cuerpo,
que fluye y olvidando todo ritmo y
observando el intercambio de fluídos
entre el agua y el agua.
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