(Carlos Inquilino)
Me hago sombra con mayúsculas:
las iniciales de las palabras que faltan
para completar el poema luminoso.
Algo había que hacer,
hay mucha sombra por hacer
(las sombras generan oportunidades
para el juego y el arte: sombras chinescas.
Nigerianas, bolivianas, cada pueblo tiene
sus propias sombras. Todas las culturas
humanas cultivan algún respeto al desarrollo
de sus sombras)
Se negocia en las sombras
con toda autoridad.
Una sombra sana y afanosa
siempre sale bien parada
en los negocios, aunque sean obscuros.
Hay que estar a la altura de esta sombra,
ser merecedor y compartir su voluntad
y sus proyectos, aún cuando no salgan
a la luz.
La realidad se compone de luces y sombras:
hay claroscuros, pero éstas predominan y
ofrecen mayor seguridad a futuro.
Objetos y sujetos hacen sombra por igual.
La producción de sombra no se detiene.
Todavía sigue siendo más lo oculto que
lo no oculto.
Se sabe que la cantidad de materia obscura
es mayor que la otra.
De la energía oscura poco se sabe; es mucho
más lo que no conocemos que lo conocido,
aunque percibimos que nuestro cono de sombra
es suficiente para nuestros negocios humanos,
más o menos obscuros.
Sabemos que el sol, alguna vez se apagará
(acaso dará a luz un agujero negro, que no
veremos, ni nuestros hijos, sus nietos, ni sus
respectivas sombras)
Los seres obscuros, los poetas desquiciados,
piensan demasiado: la desesperanza no ayuda
a disfrutar de este paisaje provisorio, y gozar
a pleno la superficie de la propia sombra.
No existe la luz mala ni la sombra buena,
todo es según el ángulo de refracción
que se adopte.
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