(Aquino Lamas)
El agua oscura escurre
a la misma velocidad que la pura,
incolora, cristalina o bendita.
El color no contamina ni pervierte
por sí solo: se necesita la palabra,
apta para contaminar hasta al veneno
más puro.
El agua oscura, escurre la velocidad
de la luz a la velocidad del agua, que
cumple su servicio con idéntica eficacia
pero no puede traducirse a otras aguas.
Ningún color ni olor es tan real
como la ilusión que lo crea: El olor
a lluvia no viene del agua.
Nadie nada nunca dos veces
en la misma ilusión, aunque repita
su estribillo.
No hay brillo que no decline
ni agua que no degrade.
Las palabras más confiables y consistentes
son solubles, pero ninguna es pura.
Nadar sabe mi alma en agua oscura.
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