(Orlando Doorland)
Las paredes oyen y callan,
en ese orden,
y desoyen una parte del sonido
sin desmentir la otra:
No separan el sentido del sonido,
ni el sentido denotado
del connotado, asociado o
sospechado.
No sospechamos de las paredes;
separan sin preguntar. No preguntan
cuantos pares son dos medios, o dos
medias.
Las medianeras son más ecuánimes
en cuanto a contener, significar
y emitir promedios justos.
No prometen más de lo que son:
A mi izquierda está la pared,
a la derecha también. Me siento
contenido: me siento y me levanto
sin que se alteren.
Son parciales, a cada quien su parte.
Compartir la medianera no nos hace
pares, pero resuelve una parte del
conflicto ontológico del ser que
habita el lenguaje de sus paredes,
limitando las aspiraciones expansivas
naturales de cualquier vecino, justas
o injustas.
II
Los límites son algo natural para la
convivencia sana entre paredes pares,
y necesarios para la producción de
intimidad.
Sin paredes, reinaría el caos, la
promiscuidad, la concupiscencia,
el ludibrio y la eutrapelia, e incluso
cosas peores.
El viento se llevaría todas las palabras
y los rumores de alcoba, amigos o
enemigos.
La pared repara, separa, ampara y
cobija el sentido íntimo de propiedad:
Es un límite y una condición esencial
para el desarrollo. Detrás de las paredes
el usuario puede abstraerse del mundo
exterior, siempre hostil y peligroso, y
cultivar las más altas aspiraciones de
su espíritu, intelecto, o lo que le fuera
dado cultivar: No es poco lo que el
hombre puede desarrollar en cautiverio.
III
En los albores, nuestros ancestros no
necesitaban levantar paredes: las cavernas
podían ser amplias y profundas, pero el
problema de la reproducción descontrolada
hizo que las cavernas disponibles
no alcanzaran.
No había forma de acceder a una distribución
justa, no todos podían acceder a una caverna
propia o compartida. Y no había mucho tiempo
para pensar en la justicia; había otras prioridades
como la lucha por la vida, la subsistencia y la
lucha con otras fieras.
Sin duda, la pared es una institución clave
en el desarrollo de la civilización. No sólo
hizo posible el progreso de las distintas
disciplinas del conocimiento en los claustros,
sino que acompañó la evolución de nuestra
conciencia humana para producir filosofía,
principios éticos y avanzar en la producción
de una Justicia propia, para poder gozar de
derechos humanos reconocidos como naturales,
universales e inalienables como el derecho de
piso.
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