(Dudamel Rambler)
Podía haber vacilado,
pero no me decidía.
¿Falta de estímulos en algún
segmento de la lactancia?
¿Algún bloqueo mal tramitado en
el desarrollo de la capacidad de
decisión?
¿Una carga de información genética
dudosa proveniente de algún ancestro
perdido en el árbol genealógico?
¿Una disposición neuroquímica azarosa
y poco funcional a la gestión positiva
de los conectores neuronales?
¿Una consecuencia del descontrol en
la producción de radicales libres?
¿Un exceso de grasas mal saturadas, que
entorpece u obtura la libre circulación de
los impulsos eléctricos que regulan la
función del pensamiento propio?
Había motivos para vacilar,
pero no me decidía…
Podría a atribuirlo a la entropía: sabemos
que es algo que generan los sistemas más
complejos y precisos, en proporción directa
al su grado de desarrollo, y los condena, en
algún momento, a comenzar a vacilar hasta
el colapso.
Podría ser…
Podría ser que todas las preguntas fueran
correctas ¿Por qué no?
Incluso, más allá de cualquier respuesta.
Vacilar sería una buena decisión, pensaba.
Pero no me decidía.
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